Mañana sábado 12 de agosto se realizará la 22ª Asamblea Nacional del PRI, donde sus dirigentes, cuadros (así les llaman) y militantes tratarán la eliminación de candados para ser candidato presidencial (requisito de militancia mínima de 10 años), cómo evitar la selección de candidatos corruptos, la desaparición del fuero, gobiernos de coalición y alianzas electorales, los métodos de selección de candidatos, entre otros temas de relevancia para dicho partido.
Pero, ¿qué es el PRI? ¿Es realmente un partido político? Mi padre decía que era un partido de Estado y una agencia de colocaciones. Historiadores e intelectuales señalan que fue factor de estabilidad al desmilitarizar el poder y contribuir a la sucesión pacífica del mismo en el México post revolucionario, dando origen al viejo sistema político mexicano, autoritario y corrupto, que monopolizó el poder durante 80 años.
Veamos qué dicen sus documentos básicos. El artículo 11 de sus Estatutos señala que el PRI tiene los siguientes fines: 1. Competir democráticamente por el poder público; 2. Alcanzar, ejercer y mantener democráticamente el poder; 3. Vigilar y exigir que los integrantes de los poderes públicos cumplan sus responsabilidades democráticas… dentro de los límites constitucionales y legales en beneficio de los mexicanos; 4. Atender las causas ciudadanas… y las aspiraciones de la sociedad en políticas públicas, etcétera.
En el artículo 166, fracción VI, se establece como requisito para ser candidato, el de “protestar cumplir las disposiciones del Código de Ética partidista”; y el citado Código establece que es de observancia general para todos los miembros del PRI. En su artículo 4º se menciona: “Todo militante priísta debe asumir… las normas de las más acendrada moralidad pública y darle sentido irrenunciable de una cuestión de honor. Trabajando siempre a favor de todos los mexicanos…”.
El artículo 11 del Código “exige al priísta que alcance un puesto de elección popular… que desempeñe una función administrativa en la estricta observancia de la ley, la preservación de los bienes de la nación encomendados a su cuidado, la eficiencia en su función y respeto a los altos intereses de nuestro país. Se exige, en todo caso, probidad en sus actos”.
Quienes conocemos al PRI a lo largo de décadas sabemos que leer estos enunciados partidistas es esquizofrénico. Según el estudio reciente realizado por Opciona, el “corruptómetro” muestra que 83% de los mexicanos percibe al PRI como el partido político más corrupto.
La mejor descripción de este instituto político la dio Arne aus den Ruthen: “El PRI no es un partido, es una escuela de la corrupción, de la impunidad y del abuso del poder. El PRI es la escuela de donde salen los Duartes, los Borges. Del PRI se han graduado personajes que han llegado al poder para abusar de él, robarse el dinero público y saquear al país”.
Julián Barquín, en el libro Ensayos sobre la corrupción (1999) nos habla sobre el fenómeno de la corrupción organizada y nos dice que el sistema es corrupto en la medida que el “hacer” difiere del “deber hacer”; es decir, los patrones reales de operación del sistema, código operativo, se aparta del código normativo, generando un código doble en funcionamiento y objetivos, uno hacia afuera, fachada, y otro hacia adentro, realidad solapada.
Cuando “la rectitud” de la institución se pone en entredicho al descubrirse el código operativo, entonces se recurre a un chivo expiatorio, al que se señala como el único culpable de la contradicción con el código normativo. “La corrupción organizada adopta necesariamente métodos semejantes a los de mafia”, concluye Barquín.
Como podemos ver, el PRI no es solo una escuela de la corrupción, lo es de la corrupción organizada, que tiene su “pecado original” en los procesos electorales fraudulentos financiados con dinero ilícito, por eso como nos dice Ricardo Raphael: “Veracruz no es excepción, sino norma”.
Diputado federal independiente.
@ClouthierManuel