La semana pasada leímos la noticia que decía que Canadá renovó la alerta regional de viaje que desde hace varios meses mantiene para México.

A través de su embajada en México el gobierno canadiense señaló que la alerta no es generalizada y que incluye los estados de Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León, Sinaloa, Sonora y Tamaulipas debido a los altos niveles de violencia que viven dichos estados, relacionada con el crimen organizado.

Ya antes en 2015 habían sido boletinados con alerta 9 estados más, tales como Michoacán, Guerrero, Zacatecas, Colima, Baja California, Morelos, Nayarit, San Luis Potosí y Veracruz. Es decir, Canadá tiene señalados 16 estados de nuestro país como riesgosos para que sus habitantes viajen y por eso los alerta. Los que sabemos cómo está la situación en México incluimos en nuestra lista de estados riesgosos a Chiapas y Oaxaca. Por lo que son ya al menos 18 estados de 32, más de 50% del país es considerado de alto riesgo para viajar.

Nos dice Philip Kotler en su libro Marketing places que los lugares, sean éstos países, estados, ciudades o regiones, deben de ser “vivibles”, “visitables” e “invertibles” para poder atraer residentes, turistas e inversionistas.

México, con más del 50% de sus estados boletinados como riesgosos para viajar, no está haciendo la tarea para atraer turistas, mucho menos para atraer a inversionistas en esos estados, abriendo así la brecha de la desigualdad ante la falta de generación de empleos que la sociedad demanda por el llamado bono demográfico.

Los estados o países que sí hacen la tarea establecen una visión de largo plazo de como quieren que sean sus lugares en 25 años y trazan un plan estratégico para lograrlo. Para esto realizan un diagnóstico realista de cómo están, de cuáles son sus fortalezas y debilidades, oportunidades y amenazas, y diseñan acciones concretas con plazos específicos para lograrlos.

Se analiza la demografía y la economía, la educación, el desarrollo urbano y la vivienda, la estructura de su PIB, el mercado laboral, las características de salud de la comunidad, los recursos naturales y el cuidado del medio ambiente, la situación del transporte, la seguridad pública y la estadística de crímenes, las instituciones de educación e investigación, así como los espacios de recreación y cultura. Toda esta información lleva a un análisis que permite determinar lo vivible, lo visitable y lo invertible de un lugar.

El McKinsey Global Institute, en su ensayo Construyendo ciudades competitivas, nos deja clara la urgente necesidad de propiciar el crecimiento y la competitividad de las ciudades medianas en nuestro país. Por lo que señala que las autoridades de estas ciudades deben invertir en infraestructura y capacidad administrativa, a fin de que se anticipen a la demanda que surgirá del crecimiento demográfico natural y migratorio.

Ya en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se hizo un extraordinario esfuerzo para preparar a las ciudades medias del país a recibir la migración que del campo se daría a la ciudad, con aquel programa de Sedesol llamado “100 Ciudades”. Hoy se hace necesario y urgente un nuevo programa para apoyar a estas ciudades medias que padecen nuevos problemas y retos.

McKinsey ha desarrollado el índice de desarrollo urbano (IDU) que ha servido a los responsables de formular políticas públicas en ciudades de América Latina para identificar sus prioridades estratégicas en materia de gestión urbana. Pero también es urgente poner orden en el país ante la crisis de gobernabilidad que se padece en al menos la mitad de los estados de la República.

El sexenio de Enrique Peña Nieto todavía no se acaba, le falta un tercio de tiempo (2 años), y urge que el país tenga orden y rumbo, porque no se vale conformarse con la frase del mediocre de Miguel de la Madrid, cuando se conformaba diciendo: “No se me deshizo el país en las manos”, porque a Peña si se le está deshaciendo.

Diputado federal independiente

@ClouthierManuel

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