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Después del triunfo que logramos algunos de los candidatos independientes en estas elecciones de 2015, muchos analistas y personas les han querido regatear el significado y la trascendencia del triunfo, otros quisieron sobreponderar el mismo atribuyéndole a los triunfantes responsabilidades que no les corresponden acorde a los puestos a los que han sido electos, y otros han extrapolado expectativas sobre los personajes ganadores queriéndoles presentar como superhéroes que vendrán a salvar al pueblo de México. Ninguna de estas tres posiciones son realistas.
Otros han criticado a los ganadores de candidaturas independientes con la lógica muy mexicana del “no se puede” y se han dado a la tarea de explicar porqué no se va a poder que estos representantes hagan su tarea; mientras que otro grupo, quizá los más molestos por el triunfo, se han dado a la práctica de cuestionar “qué tan independientes” realmente serán los candidatos postulados sin partido que salieron triunfantes.
Un candidato independiente es una persona que decide contender sin el respaldo ni el cobijo de un partido político, en un proceso electoral para un cargo de elección popular específico, que puede ser éste la Presidencia de la República, gobernador, presidente municipal, y legislador federal o local.
Un candidato independiente no es más ni menos que un candidato de partido político, no quiere decir que sea inmaculado o virginal, mucho menos perfecto o superhéroe. Tampoco quiere decir que no haya participado en el pasado en un partido político; lo único que sí quiere decir es que en esa elección decidió ser un candidato sin partido y que para eso, en un país con una clara tradición partidista contemporánea, se necesitan “tamaños”. Lo demás tiene que ver con la responsabilidad de los votantes que votan por la persona y que deberán analizar la trayectoria y personalidad del candidato independiente, y decidir si ese perfil es acorde al puesto que pretende ocupar y a las circunstancias en que le tocará desempeñarse.
Debemos entender los mexicanos que el voto en una democracia no es solo a favor de una persona, sino que también puede ser un voto en contra de una circunstancia o del gobernante y su partido en turno. Es decir, el voto en toda democracia también es un método institucional de premiar o castigar al partido gobernante o a otros partidos que por alguna razón el electorado sienta que han realizado bien su trabajo o le han fallado.
En 2015, fue el debut de las candidaturas independientes en elecciones federales y en algunas entidades en el país, y en ambos casos hubo triunfadores, dando el mensaje de empoderamiento de la sociedad de que “sí se puede” cuando la sociedad se decide a participar y mandar. Este triunfo de la sociedad y de los candidatos independientes no se le puede regatear, menos en un país donde la gente ya no creía en nada ni en nadie, y estos triunfos vuelven a traer esperanza en la sociedad, no así en los candidatos ganadores porque sería fomentar caudillismos.
La figura de las candidaturas independientes oxigena el sistema de partidos impregnado de egoísmo, soberbia y corrupción, pero no es la panacea. Toda democracia necesita partidos, pero verdaderos partidos políticos.
Finalmente, en el tema de la independencia, Maquio mi padre tenía una frase que decía: “El hombre que se precia de serlo, no actúa por interés, no lo hace por miedo, ni siquiera lo hace por amistad o por amor, siempre lo hace por convicción”. Por eso decía que sólo vale la pena vivir, por aquello que se esta dispuesto a morir, y eso sólo pueden ser nuestras convicciones.
En la medida en que el ser humano actúa por convicción, en esa medida es independiente.
Empresario.
@ClouthierManuel