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San Diego y Tijuana son las dos ciudades de Estados Unidos y México más distantes de sus capitales. Sin embargo, la región fronteriza conformada por estas dos urbes ha sido por mucho tiempo el microcosmos de la relación México-Estados Unidos. Todo lo bueno y lo malo de la relación pasa o ha pasado por ahí. Sólo por el famoso puerto fronterizo de San Isydro cruzan anualmente más de 100 millones de personas, la tercera parte de los cruces entre los dos países. Es el puerto internacional de mayor tránsito de personas en el mundo.
Esta región es conocida por sus historias de migración, cuando el cañón Zapata, hoy ocupado por un centro comercial, era el principal punto de cruces clandestinos. Hoy en día más de cien mil personas cruzan diaria y legalmente esa frontera por razones laborales, de estudio o de negocios. La actividad binacional es incesante. Tijuana es famosa por sus servicios médicos para la comunidad de San Diego. Las dos ciudades cuentan con infraestructura aeroportuaria compartida.
A pesar de las dificultades en los cruces, la migración indocumentada y las noticias alarmantes vinculadas a la inseguridad, la región San Diego-Tijuana presenta una dinámica compartida en todos los rubros. Esto es así por una cultura regional desarrollada y sustentada por los habitantes de esta zona.
A finales del siglo XX surgió el San Diego Dialogue, una organización anclada en la Universidad de California en San Diego, que con el liderazgo de Chuck Nathanson, de ilustre memoria, y el apoyo del fiscal federal Alan Bersin, logró alinear autoridades, empresarios, universidades y organizaciones sociales de ambos lados de la frontera para diseñar y trabajar una agenda común. A pesar de los altibajos políticos, este espíritu de comunidad binacional se mantiene vigente y se fortalece día a día.
Conscientes del acontecer político nacional en los dos países, estos actores están ahora preocupados por las consecuencias que para esta región fronteriza puede tener la política del gobierno federal de Estados Unidos en la relación con México, con los migrantes mexicanos, el futuro del TLCAN y la política fronteriza. Preocupados, pero también ocupados. Hace unos días, un grupo de más de 60 empresarios y autoridades de la región binacional, bajo el liderazgo de la San Diego Regional Chamber, realizó un viaje a la Ciudad de México para informarse, hacer contactos y dar a conocer los logros y necesidades de la región. Empresarios y funcionarios que desde hace décadas trabajan en la agenda regional. No son improvisados. Conocen su oficio y saben operar en el complejo escenario fronterizo.
Esta dinámica ha dado origen a organizaciones como Tijuana Innovadora o el Club de Niños y Niñas, cuyos modelos son ahora replicados en otras partes de México. Once instituciones de educación superior de ambos lados de la frontera trabajan en proyectos de interés común. Baja California es sede de al menos una decena sectores industriales de punta a nivel mundial.
Las autoridades mexicanas de los tres niveles de gobierno están obligadas a hacer sinergia con todos los actores que son parte de la relación binacional. México cuenta hoy en día con un cuerpo consular de gran experiencia y profesionalismo en más de 50 ciudades estadounidenses. En la mencionada visita estaba presente la cónsul general de México en San Diego, diplomática con mucha experiencia, que como los otros cónsules mexicanos enfrenta el gran reto de las sinergias con todos aquellos actores que propugnan por una relación bilateral eficiente, funcional y de mutuo beneficio. En este contexto, los migrantes mexicanos y las poblaciones fronterizas son actores centrales del complejo e incierto escenario de la relación bilateral. Como nación, sus experiencias y esfuerzos merecen nuestra mayor atención y consideración.
Especialista en temas de seguridad y política exterior.
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