Uno de los privilegios de quienes vivimos el siglo XX es el acceso a la historia a través de innumerables fuentes. No menor es el privilegio de ser testigos presenciales de los sitios donde surgieron las grandes civilizaciones.

Hace más de quinientos años, el noveno emperador de los incas, el Inca Pachacutec, mandó construir en la cima de los Andes, muy cerca de los dioses, el centro ceremonial Machu Pichu. Tan recóndito este lugar, que los conquistadores no supieron de su existencia sino hasta cuatro siglos después. Gracias a ello, cuando fue redescubierto en 1911, las estructuras estaban prácticamente intactas.

El complejo esta rodeado de precipicios y sin embargo es una obra maestra de Ingeniería, Arquitectura, Hidráulica y Agronomía. Cuando los españoles conquistaron Perú, en 1532, el imperio Inca abarcaba más de dos 2 millones de kilómetros cuadrados. La red de caminos iba desde el sur de Colombia hasta el norte de Argentina y Chile, pasando por Bolivia, Perú y Ecuador. Recorría más de 30 mil kilómetros. Su población se estima en 9 millones de personas; a la fecha alrededor de 9 millones de personas hablan todavía el quechua, vestigio viviente de esa gran civilización.

La obra de Pachacutec es comparable a la del emperador chino en el siglo III a.C., Qin Shi Huang, cuando unificó los nueve reinos de China en el territorio que sigue siendo China. También realizó proezas arquitectónicas, como la gran muralla. El emperador Inca conquistaba pero no dominaba. Los pueblos conquistados mantenían sus mismos gobernantes y tradiciones y todos ellos se beneficiaban de los avances en la Agronomía, Hidráulica, Ingeniería y Astronomía, así como del dominio de los frutos de la tierra y el mar. La alimentación era suficiente para todos y, cuando en algún sitio faltaban los alimentos por las sequías o las lluvias en exceso, el gobierno central proveía. En los sitios más altos, para conservar los granos, contaban con silos empotrados en las montañas de roca en donde el viento frío hacia las veces de refrigeración, lo que les aseguraba la reserva alimentaria. La comunidad veía por los niños, los enfermos y los ancianos. Lo mas importante, en todos los estratos sociales, era la familia.

Aunque no existen testimonios para documentarlo, los incas debieron contar con un sistema de leyes muy estricto, algo así como en la época de Saladino, el líder sarraceno que expulsó a los cruzados de Jerusalén y ordenó el mundo árabe en el siglo XII, a partir de una organización social perfectamente estructurada y en estricto apego a Derecho.

Los beneficios de la tierra eran comunales. Sólo el emperador y su familia tenían propiedad privada, que al final era compartida por la comunidad. Se estima que la familia de Pachacutec era dueña de 2 millones de llamas en todo el territorio. El emperador visitaba con frecuencia las distintas provincias. Para eso se utilizan los caminos incas, que en algunos sitios alcanzaban 45 metros de ancho. Había postas de abastecimiento cada jornada, lo que permitía movilizar mercancías, materiales, ganado, ejércitos y al cortejo imperial y un ágil sistema de mensajería.

Los incas no conocieron ni la rueda ni el hierro. Sólo existía la historia oral, de modo que sus conocimientos no fueron documentados. Su mayor logro estuvo en su organización social. La civilización inca es una de las pocas civilizaciones antiguas en donde no existió la esclavitud. Más allá de la realeza, todos los hombres y mujeres del reino disfrutaban de los mismos derechos. Pero sin duda existía un liderazgo claro, sentido de pertenencia y comunidad y un Estado que hacía grandes inversiones en infraestructura y en obras de beneficio social.

La llegada de los españoles marcó el inició de otra historia que, hasta ahora, no ha mostrado ser mejor. Quizás no sea mala idea volcarnos un poco más en civilizaciones como los incas o los mayas, y aprender de sus cosmovisiones y valores, que dieron cimiento a sus grandes civilizaciones.

Especialista en temas de seguridad y política exterior

lherrera@coppan.com

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