La firma del acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano representa el ocaso de las guerrillas como forma de guerra política en América Latina. La guerrilla se convierte así en una especie en extinción en nuestra región.

Las condiciones que llevaron a la emergencia de las guerrillas en América Latina son particulares en cada país, pero en la mayoría han coincidido la presencia de gobiernos autoritarios, condiciones graves de desigualdad económica, descontento social y exclusión política. En casi todas, la ideología llamada de izquierda impregnada de la emblemática influencia comunista del siglo XX, marcó la pauta ideológica de estos movimientos.

Los alcances de las guerrillas latinoamericanas fueron diversos. En algunos escenarios, como sucedió en Venezuela, Perú o Bolivia, los movimientos fueron neutralizados por las fuerzas armadas. En otros, después de décadas de lucha fue necesario entablar negociaciones entre el gobierno y los rebeldes. El caso más paradigmático fue el salvadoreño, único caso en que el gobierno contó con todo el apoyo de la gran potencia hemisférica y a pesar de ello el ejército no logró derrotar a la guerrilla.

En algunos países la población indígena tuvo una significativa presencia, como sucedió en Bolivia y Perú, o incluso en México con el EZLN, aunque su acción armada fue de las más efímeras. En Colombia la guerrilla se convirtió en una fuerza más en un escenario en el que se disputaban el poder al menos cuatro actores: el Estado, la guerrilla, los carteles de las drogas y los paramilitares.

En algunos países en los que no fue posible derrotar militarmente a la guerrilla, los otrora combatientes formaron fuerzas políticas que en Nicaragua y El Salvador llegaron después al gobierno por la vía democrática, aunque poco queda de los ideales y programas de las guerrillas de los setenta.

Interesante el hecho de que en casi todos los casos la población que apoyó a las guerrillas no necesariamente ha simpatizado con la idea de ser gobernados por guerrilleros. Finalmente, el principal instrumento de lucha de estos grupos son las armas, y por ende sus comportamientos están estrechamente asociados a la violencia, entre ellos y frente al enemigo. Por otro lado, en ningún caso en que la guerrilla ha dejado de existir, por derrota militar o por una negociación, su fin ha representado un brinco en automático a democracias funcionales o a la reducción de las desigualdades económicas y sociales que dieron origen a estos movimientos.

Ahora son otros factores de desestabilización los que permean las agendas. La inseguridad pública ha invadido todas las esferas de la vida nacional en países como Honduras, El Salvador y Guatemala, que registran los niveles más altos de homicidios en el mundo. En la mayor parte de los Estados la desigualdad económica y social se mantiene como el principal lastre; los altos niveles de corrupción son su principal cómplice. Las instituciones democráticas siguen siendo precarias y qué decir de las instituciones de seguridad, para las que el crimen organizado parece haber resultado un reto incluso mayor que el de las guerrillas.

Mucho tenemos para celebrar y aprender del proceso colombiano. Enhorabuena para quienes durante tantas décadas sufrieron sus consecuencias. Pero mucho queda por avanzar en nuestras democracias. En Brasil la inestabilidad política y la corrupción tienen en jaque a la mayor economía de la región. En Venezuela, a pesar del monopolio de la fuerza por parte del Estado, la democracia es una quimera y la paz social un anhelo. En la mayoría la desigualdad social sigue siendo el mayor potencial de inestabilidad. Es claro que la paz social no es sólo la ausencia de oposición armada.

Especialista en temas de seguridad y política exterior

lherrera@coppan.com

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