Centroamérica atraviesa por una crisis de seguridad sin visos de pronta solución. Guatemala, El Salvador y Honduras se disputan los primeros lugares a nivel mundial en tasas de homicidios. La situación económica y social no es mucho mejor que hace treinta años. Los escándalos de corrupción política amenazan la gobernabilidad.

Hace más de tres décadas, los conflictos al interior y entre países centroamericanos planteaban un escenario de potencial inestabilidad regional, con previsibles repercusiones para México, todas ellas negativas. En enero de 1983, México, Colombia, Venezuela y Panamá, lanzaron la llamada iniciativa de Contadora para coadyuvar a la estabilización política de la región. El esfuerzo fructificó con la firma del acuerdo de Esquipulas, en 1986, cuando los seis países centroamericanos acordaron los términos de coexistencia pacífica y resolución de conflictos intrarregionales. A esto siguieron los procesos de pacificación en El Salvador (1992) y en Guatemala (1996) en los que México participó activamente.

Hoy en día los seis países centroamericanos cuentan con gobiernos civiles electos democráticamente. Sin embargo, sus instituciones democráticas están aún lejos de lo deseable. En particular su andamiaje de seguridad, lo que los ha puesto en medio de esta crisis, aunque tampoco sus instituciones políticas y sociales se han logrado consolidar, por lo menos en cinco de los seis países. Sus economías no muestran señales tranquilizantes.

A diferencia de los conflictos de hace 32 años, ahora los problemas más ingentes en Centroamérica aquejan en forma similar a México. La inseguridad desborda las capacidades gubernamentales. La corrupción merma esfuerzos, avances y continuidad institucional. Pero ahora existen riesgos y amenazas que interconectan a México con estos países: flujos de migración indocumentada, trasiego de drogas, tráfico y trata de personas, lavado de dinero, por mencionar los que encabezan la lista. Ahora la agenda subregional es la agenda de México.

A partir de 1994, cuando ya la marea había bajado, México dejó escapar la gran oportunidad de configurar una sociedad constructiva y de mutuo beneficio con los centroamericanos. Una vez alcanzada la paz y establecidos los gobiernos democráticos, era el momento de transitar con ellos en la construcción de instituciones políticas, económicas y sociales que fortaleciera los niveles de bienestar y seguridad en la región.

En prácticamente dos décadas México no ha planteado una sola iniciativa importante que lo acerque más a Centroamérica. Por el contrario, su política hacia el sur, que parece limitarse a la frontera física, busca más una separación que un acercamiento.

Privilegiar las variables económicas y el bienestar y calidad de vida de los mexicanos no es una mala idea. Pensar que estos es posible ignorando lo que sucede al sur de su frontera sí lo es. Contadora fue producto de una visión estratégica, de creatividad diplomática y de mucha labor de campo de un puñado de funcionarios mexicanos con sus contrapartes en la región. Se ganó la guerra sin un solo tiro. Como dirían en teoría de juegos, todos ganamos.

Desatender este escenario tarde o temprano se nos revertirá y otros ocuparán ese espacio y recogerán los frutos de la cooperación. La coyuntura exige nuevamente creatividad política y diplomática. Quizás sea un buen momento para promover un concurso abierto entre jóvenes internacionalistas mexicanos y centroamericanos para que planteen posibles iniciativas que podría lanzar México hacia la subregión con visión estratégica y perspectiva de futuro y que nos permite aceitar la maquinaria de nuestras mejores habilidades diplomáticas.

Director de Grupo Coppan SC.

lherrera@coppan.com

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