Luis Herrera-Lasso

Estado Islámico: ¿de quién es esta guerra?

El Estado Islámico es posible por la división que permea a la mayor parte de los involucrados

29/05/2015 |03:29
Redacción El Universal
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Cuando en 2011 Estados Unidos anuncia el retiro de sus tropas de Irak aparece la furia del Estado Islámico. En 2014 las fuerzas del califato tomaron Mosul y hace unos días Ramadi, práctica mente en las puertas de Bagdad. A pesar de ser una amenaza mayor a Al Qaeda —el alumno superó al maestro— Estados Unidos no tiene fuerzas de combate y sus acciones se limitan a la guerra aérea, entrenamiento y asesoramiento de tropas locales.

Hasta el momento nadie tiene ganada esta guerra. Es una guerra que se pelea en varios frentes, lo que representa la principal vulnerabilidad del califato, pero también de las fuerzas de Irak y del desquebrajado Estado sirio. Pero quizás el tema de mayor incertidumbre en esta guerra sea la ausencia de una clara coalición de fuerzas, en ambos lados; son muchos los actores involucrados, pero cada uno de ellos se mueve en función de sus intereses.

Cuando surge en Egipto en 1928 la Hermandad Musulmana, ésta aparece como un movimiento de resistencia en contra del colonialismo británico. El Islam se convierte en el principal elemento de identidad de este movimiento. Surge el islamismo originariamente como fuerza política, de oposición y contraste con Occidente.

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Cuando los cristianos emprenden las cruzadas —siglos XI a XIII— y adoptan la religión como ideología de poder, estaban claros en el enemigo y en los aliados. En la actualidad, la lectura del Islam como ideología política pasa por el poder de los Estados, por la división que existe entre distintas versiones del Islam —principalmente sunitas y chiítas— y, por las diferencias étnicas. En este escenario, el llamado mundo occidental no es un actor de poder.

Se cruzan entonces tres niveles de conflicto: entre Estados por el control de su población y territorio; entre ideologías político-religiosas — amalgama que se complica con las diferencias étnicas— y entre los intereses de actores externos al mundo islámico en la región, vestigios del siglo XIX, reconfigurados en los siglos XX y XXI.

Ninguno de los actores es dominante. Las alianzas son endebles y cambiantes. Los factores que dan identidad a los actores tienen que ver con filiación religiosa, étnica y de tradición política. Los llamados valores occidentales de gobiernos representativos y sociedades contractuales encuentran poco acomodo en sociedades que durante siglos han funcionado a partir de redes y valores tradicionales.

El Estado Islámico, que contiene la imposición, la violencia y la intolerancia como valores doctrinales, es posible gracias a este escenario en el que la división y la incertidumbre permean a la mayor parte de las sociedades involucradas y en donde la influencia y presencia de actores externos es cada vez más limitada. Decía un pensador asiático que quizás sea una buena idea repensar de nuevo el mundo, antes de querer reinventarlo.

México no está involucrado en ese galimatías. No tenemos ningún interés que nos comprometa a la acción o siquiera a tomar posición. Sin embargo, México es parte del gran teatro del mundo y lo que de ahí deriva nos afecta: en nuestra economía, por los vaivenes de los precios del petróleo; en nuestra relación con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial; en nuestro posicionamiento frente a lo que sucede a países amigos, socios comerciales y culturales; en nuestras posiciones a favor de la tolerancia política y cultural. El pensamiento estratégico consiste en conocer, interpretar y actuar, incluso frente a escenarios, que aunque distantes, deben formar parte de nuestra agenda, al menos en la reflexión.

Director de Grupo Coppan, SC.
lherrera@coppan.com