“Llegó, pues, el día de los ázimos, en el que se debía inmolar la pascua. Y envió (Jesús) a Pedro y a Juan diciéndoles: Id a prepararnos la pascua para que la podamos comer. Le preguntaron: Dónde quieres que la preparemos. Él les respondió. Cuando entréis en la ciudad, encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo hasta la casa que entre . Y diréis al dueño de casa: el Maestro te manda decir: ¿ Dónde está el aposento en que comeré la pascua con mis discípulos? Y él mismo os mostrará una sala del piso alto, amplia y amueblada; disponed allí lo que es menester. Partieron y encontraron todo como Él les había dicho, y prepararon la pascua…” Esta es la narración de Lucas sobre los acontecimientos que hoy, como cada año en el jueves de la semana santa, conmemoramos los cristianos de rito latino.

La pascua, pésaj, es una antiquísima celebración israelita que se lleva a cabo en el Nisán, mes de la primavera, en recuerdo del éxodo de Egipto. La enciclopedia de la historia y la cultura del pueblo judío (Nativ Ediciones, Jerusalén, 1998) señala que su nombre se debe a que según las escrituras, Dios “salteó” (pasaj) las casas de los israelitas en Egipto durante la última de las diez plagas, matando sólo a los primogénitos egipcios.

El núcleo de la festividad consiste en quemar todo el jametz (pan fermentado con levadura) y comer sólo matzá (pan ázimo, preparado sin levadura). En la Torá (los cinco primeros libros de la Biblia y por extensión, la ley ) se ordena: “ siete días comerás el pan de la aflicción, ya que con prisa saliste de Egipto, para que recuerdes el día que saliste de Egipto, toda tu vida”. El menú del Pésaj se complementa con maror (hierbas amargas) porque está escrito: “los egipcios amargaron la vida de nuestros padres con duros trabajos”.

Tal conmemoración se lleva a cabo en una cena familiar conforme a un séder (orden) en la cual se narra y explica el éxodo. En la mesa se disponen bandejas con matzá y maror y delante de cada comensal se coloca un cáliz , para cumplir con el mitzvá (precepto) de las arbá kosot (beber cuatro copas).

Eso fue lo que Jesús hizo con sus discípulos en esta fecha hace dos milenios. La tradición cristiana tiene identificado el local en donde llevó a cabo el pésaj con sus discípulos. En Jerusalén, en la zona del monte Sión se encuentra la primera planta de un edificio gótico de lo que fue hace muchos siglos una gran iglesia construida por los cruzados y ahí está la sala del cenáculo. En la Edad media quedó integrado a un monasterio franciscano, luego, en el siglo XV, los turcos lo convirtieron en una mezquita con su decoración ritual. Así se mantiene, el espacio no hace mucho se restauró y guarda una situación digna.

Fue así que se realizó la última cena, dónde nació el sacramento cristiano de la Eucaristía (del griego “dar gracias”), que es la misa contemporánea, instituida, según el texto de Lucas: “Y cuando llegó la hora, se puso a la mesa, y los apóstoles con Él. Díjoles entonces: De todo corazón he deseado comer la pascua con vosotros antes de sufrir… Y habiendo recibido un cáliz dio gracias y dijo: tomadlo y respartíroslo… Y habiendo tomado pan y dado gracias lo rompió, y les dio diciendo: Este es el cuerpo mío, el que se da para vosotros. Haced esto en memoria mía. Y asimismo el cáliz… Este es el cáliz de la nueva alianza en mi sangre, que se derrama para vosotros…”

Juan Pablo II llamó a los judíos nuestros hermanos mayores. Cuando se recuerda que pésaj y eucaristía tienen un tronco común se puede apreciar con claridad la hermosura de este milenario patrimonio compartido de cultura y fe. Que sirva para la paz, especialmente en aquella atormentada región del mundo.

Analista político

@L_F_BravoMena

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses