El secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, compareció ante el pleno de los senadores, para explicar algunos aspectos de la estrategia que su dependencia despliega para hacer frente al encallamiento de las relaciones entre México y Estados Unidos y el intempestivo cambio en el escenario internacional a partir del arribo de Trump al poder.

Hizo bien, como lo subrayó uno de los legisladores de la bancada de su partido, en no exponer toda la estrategia como se lo exigían los legisladores de la oposición, pues solo los tontos revelan sus planes en la plaza pública. En política internacional no se puede andar con ingenuidades; por lo visto el confeso aprendiz de diplomático ya lo entendió. La paliza trumpiana de las últimas semanas parece que ha surtido inmediato efecto didáctico.

También Trump fue al Congreso y en su primer discurso en el Capitolio presentó los lineamientos de su proyecto en materia de migración. Para sorpresa, como lo reporta el corresponsal de EL UNIVERSAL en Washington, abrió la puerta para una reforma migratoria basada en méritos. Con menos estridencias, el ave de tempestades en las que se convirtió el presidente del país más poderoso del mundo, envió señales de moderación en su despiadada tendencia racista.

Ya se verá por dónde se enrumban las definiciones, pero en tanto las cosas se aclaran la Cancillería debería hacer acopio de aliados en la defensa de nuestros intereses nacionales que se sustentan en valores compartidos por otros actores internacionales. La migración es uno de esos temas en los que podemos sumar fuerzas en el exterior. Tal vez ya lo están haciendo nuestros diplomáticos y es parte de lo que Videgaray sensatamente no reveló en la tribuna del Senado, sin embargo no está de sobra sugerirle que ponga a la Santa Sede en la lista de coaligados.

Hoy abordaré ese tema en un coloquio organizado por el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc), en una ponencia sobre la dinámica actual de las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede. Comparto aquí algunas de mis consideraciones:

Es importante recordar las palabras expresadas hace un año por el papa Francisco en Palacio Nacional: “Le aseguro señor Presidente que, en este esfuerzo, el gobierno mexicano puede contar con la colaboración de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación y que renueva su compromiso y voluntad de servicio en la gran causa del hombre: la civilización del amor”.

Ignoro si fueron debidamente escuchadas por el destinatario. Resuenan como bálsamo en estas horas de ominosa incertidumbre. La sordera sería lamentable porque hoy adquieren un singular valor estratégico. La ruta por la que va el mundo genera grandes desafíos para los actores globales relevantes en el escenario internacional. La Santa Sede es uno de ellos y lo es desde una posición en la que se le reconoce liderazgo moral. En el vacío geopolítico que se pronostica, su papel se acrecienta. La defensa de los migrantes es un terreno en donde convergen nuestros intereses.

Francisco fue a las costas italianas frente al Mediterráneo a tender su mano a los refugiados de África; en su visita a México se empeñó en ir a Ciudad Juárez y ahí, en la línea fronteriza, dejó su gesto, sus mensajes y su compromiso con los migrantes. Es fundamental reforzar el triángulo estratégico México-Santa Sede- obispos pro migrantes en EU.

De igual forma como se está apuntalando la línea de defensa con el nombramiento de un embajador como Gerónimo Gutiérrez y cubriendo las vacantes en los consulados con personal especializado, también urge nombrar al nuevo embajador ante la Santa Sede, con experiencia suficiente para tejer esa necesaria alianza. La misión tiene medio año sin titular. Es un descuido imperdonable y grave error.

Ex embajador de México ante la Santa Sede

@L_F_BravoMena

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