El papa Francisco anunció la celebración de un consistorio el 19 de noviembre para crear nuevos cardenales, entre ellos a Carlos Aguiar Retes, arzobispo de Tlalnepantla.

Será el duodécimo mexicano que ingresará al Colegio Cardenalicio, milenaria institución surgida en el siglo IV, a la que compete proveer a la elección del Romano Pontífice, asistirlo para tratar asuntos de importancia y ayudarlo en su gobierno cotidiano de la Iglesia universal.

El papa León XIII (1878-1903) hizo el primer intento. Pensó en el arzobispo de Oaxaca, Eulogio Guillow, amigo de Porfirio Díaz, la idea no prosperó. Después Pío XI (1922-1939) quiso nombrar cardenal in pectore, al arzobispo de Guadalajara Francisco Orozco y Jiménez, por el destierro y persecución que padecía, pero este falleció antes del consistorio.

Hasta 1958 hubo un cardenal mexicano. Juan XXIII creó a José Garibi Rivera (Guadalajara). Paulo VI nominó a Miguel Darío Miranda (Ciudad de México, 1969) y a José Salazar López, (Guadalajara, 1973). Juan Pablo II seleccionó a Ernesto Corripio Ahumada, (Ciudad de México, 1979); José de Jesús Posadas Ocampo, (Guadalajara, 1991); Juan Sandoval Íñiguez, (Guadalajara, 1994); Adolfo Suárez Rivera, (Monterrey, 1994); Norberto Rivera Carrera, (1998) y Javier Lozano Barragán, (Curia Romana, 2003). Benedicto XVI elevó a José Francisco Robles Ortega, (Monterrey-Guadalajara, 2007). Con Francisco van dos: Alberto Suárez Inda, (Morelia, 2015) y el recién anunciado.

La nueva nominación ocurre en una coyuntura marcada por tres acontecimientos: las admoniciones del Pontífice a los obispos de nuestro país durante su visita en febrero, el arribo del nuevo nuncio apostólico Franco Coppola y la tensión entre el gobierno, episcopado y laicos por la iniciativa presidencial en favor de los matrimonios igualitarios.

El País (11/10/16) observó: “El Papa nombra un cardenal más cercano a Peña Nieto”. En efecto, fue obispo de Texcoco en 1997 y a partir de 2009 titular de su actual arquidiócesis mexiquense. Durante casi 20 años han interactuado y es pública la cercanía entre ambos. Puede ser puente para salvar los recientes distanciamientos, pero no es un dato clave para el futuro. El título de cardenal es una honrosa responsabilidad de ayuda al Papa sin potestad sobre el gobierno de las diócesis. Cada obispo es autoridad y no hay intermediarios entre ellos y Roma. Las relaciones de la jerarquía con el Estado las lleva el episcopado y la nunciatura. La Santa Sede tiene mirada de largo plazo y sabe que Peña termina en dos años.

Más importantes son otros factores: su carácter y estilo, su trayectoria pastoral, su currículum en la jerarquía mexicana, latinoamericana y romana. En ellos podrán encontrarse con mayor certeza sus méritos al cardenalato. El de mayor peso podría ser el conocimiento que existe entre Bergoglio y Aguiar, realizaron tareas en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Celam), entre otras, son coautores del documento conclusivo de la V reunión, celebrada en 2007 en Aparecida, Brasil, titulado Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida. Un programa de evangelización continental de largo aliento que necesita de liderazgos comprometidos.

Se especula, en clave amarillista, que el futuro cardenal está destinado a ocupar la vacante por renuncia canónica de Rivera Carrera. Es probable, y a decir verdad esta eventualidad no merece mayores suspicacias. Si fuera el caso, estaríamos en presencia de una ordenada transición pastoral en la Ciudad de México, sede cardenalicia, como lo son la mayoría de las capitales de los países, sin que se produzca la ausencia temporal de un obispo purpurado.

Nuevo cardenal mexicano habemus. Que sea para bien de todos.

Ex embajador de México ante la Santa Sede.

@L_FBravoMena

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