EL UNIVERSAL. Baluarte centenario de libertad y pluralismo.

Quien aspire a obtener el honor de la candidatura de Acción Nacional a la Presidencia de la República, debe tener cuidado de no hacer las cuentas alegres de la lechera. La fábula narra que con un jarro se sintió dueña de la vaca. Tropezó, la vasija se quebró, no hubo leche ni bovino.

La certeza de que el PAN está en condiciones de ganar las elecciones de 2018 ya comenzó a deteriorar la unidad del partido. El jarro se agrieta. En estos días las escaramuzas entre aspirantes no contribuyeron a que tales esperanzas se hagan realidad. Si los adversarios hubiesen diseñado esos destructivos lances no les habrían salido mejor.

Lo menos que se les pide es no pecar de ingenuos. Saben que si el PAN se divide el cántaro con la expectativa de victoria se hará pedazos. Sembrar la semilla de la enemistad entre los militantes sólo puede ser obra de insensatos o de enemigos.

Atentar contra la cohesión del panismo es propio de los que consideran al PAN una franquicia desechable, útil para satisfacer ambiciones de poder pero sin compromiso institucional. Muchos de los problemas que hoy aquejan al partido se originan en esa perversión.

Afortunadamente, la prudencia, virtud de los que anticipan las consecuencias de sus actos y decisiones, comienza a aflorar entre algunos de los participantes en estos recientes episodios. Margarita Zavala declaró que no ha pedido la renuncia de Ricardo Anaya, “ha sido buen jefe, sólo buscamos piso parejo”. El jefe del partido prometió reunirse con la propia Margarita y con Rafael Moreno Valle para resolver sus reclamos. Hacemos votos para que en esos diálogos sean fieles a la jerarquía de valores panistas: primero México, luego el PAN y al último sus intereses personales.

Se exige aplanar la pista para que todos puedan hacer la carrera con los mismos tenis. Este es el tema envenenado. ¿Quién exige esa igualdad de oportunidades? Los que de motu proprio han levantado la mano, fuera de todo procedimiento legal interno. ¿Son los únicos? Nada impide que pueda haber otros participantes. Lo correcto sería que todos se sometieran a las reglas de una convocatoria formal, emitida por la instancia prevista en las normas y en los tiempos del partido. De otra manera, como está sucediendo, se reclaman garantías en el vacío, sin sustento, porque legalmente nadie puede estar en competencia.

Dicho lo anterior, es necesario que los órganos directivos idóneos elaboren criterios permanentes sobre el uso de los spots partidarios, no para satisfacer a los aspirantes madrugadores, sino para lograr objetivos institucionales.

Un poco de historia ayudará a serenar la rijosidad; se afirma que ningún dirigente del partido aspiró a la candidatura presidencial. Falso. Adolfo Christlieb Ibarrola, líder de 1962 a 1969, buscó la postulación para las elecciones de 1970, lo frenó el mal que segó su vida. Abel Vicencio Tovar, jefe de 1978 a 1982, aspiró a la candidatura presidencial. Declinó públicamente en un mitin en San Pedro de las Colonias en 1981. Carlos Castillo Peraza, líder nacional de 1993 a 1996, lo consideró seriamente y sondeó sus posibilidades para 1994.

Jefatura y aspiraciones no son incompatibles. Ningún principio ni regla lo impide. Es cuestión, otra vez, de prudencia y circunstancia. El jefe nacional por su parte está obligado a velar por la institución conforme a la jerarquía de valores panistas.

Ex presidente nacional del PAN.
@L_ FBravoMena

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