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Seguramente un hechizo vudú provocó que en las pasadas elecciones estatales de Colima los muertos se levantaran de sus tumbas para acudir a las urnas y emitir su voto. En Colima, probado está, votaron los muertos. El problema es que no sabemos por quién, ¿por el PRI?, ¿por el PAN?, ¿anularon su boleta en una protesta de ultratumba?, ¡No lo sabemos!
Muchas veces el derecho, la ley, no tiene nada que ver con la justicia.
Una serie de criterios cuadrados e ilógicos, pero, eso sí, muy “legales”, nos llevan a un escenario francamente ridículo en el caso de Colima: y es que aunque está probado el hecho de que hubo votos de muertos, al no saber por quién votaron, dichos votos no pueden anularse. Así la ley.
Jorge Luis Preciado, del PAN, habría perdido por 503 votos frente a Ignacio Peralta, del PRI, en la praxis, de facto, hablamos de un empate técnico. Sin embargo, en una elección plagada de irregularidades, de acusaciones de ambos bandos, de detenciones a simpatizantes y hasta de muertos vivientes, la legitimidad del próximo gobierno queda en la cuerda floja.
El criterio del Tribunal para el tema de la anulación o no de las elecciones se ha basado en la determinancia, en términos mortales es algo así como decir: No importa si votaron muertos, lo importante es si los votos de los muertos influyeron de una manera tan importante (determinante) para cambiar el resultado de la elección.
Ante una diferencia de solo 503 votos, casi cualquier irregularidad podría ser determinante, ¿o no?
Un criterio puritano legalista no toma en cuenta otros factores que influyen en la sociedad cuya elección es juzgada, por ejemplo, la legitimidad necesaria de un gobierno para resolver problemáticas tan delicadas y complejas como la violencia, la inseguridad y el crimen organizado en Colima.
Ulpiano decía que la justicia consiste en dar a cada quién lo suyo, los ciudadanos merecen una elección limpia, sin zombies, sin arrestados, sin presiones políticas.
La del Estribo. Viene otro golpe para el Prime de Oaxaca, de la casa salió bien librado, pero dicen sus malquerientes que hay unas cuentas de banco, de menos, sospechosas. ¿será?