En México, tradicionalmente, el papel de la mujer ha estado asociado a las tareas domésticas, la crianza y educación de los hijos, el cuidado de enfermos, ancianos y personas con discapacidad. El hombre, por su parte, ha tenido la responsabilidad y el rol de sostener la economía familiar.
Desde mediados de los años sesenta —con la liberación femenina y las transformaciones culturales de la sociedad mexicana— la dinámica tradicional de la familia comenzó a cambiar. El ingreso de la mujer a la esfera laboral y política provocó redefiniciones en la estructura de las relaciones familiares; cada vez existen más madres trabajadoras y cada vez son más las mujeres que se convierten en la principal fuente de ingresos de la familia.
Cada vez existen más mujeres que asumen ese papel. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) tres de cada diez mujeres, es decir 27%, son madres jefas de familia.
En México, la jefatura de las mujeres en la familia no sólo implica que ella cuente con un trabajo mejor remunerado al del hombre o que sea quien advierta la toma de decisiones. Para nuestra sociedad, éste rol es reconocido cuando hace falta el esposo, un varón adulto o cuando éste último se encuentra incapacitado para tomar alguna decisión. Esto significa que la jefatura femenina se da cuando las mujeres madres asumen en su totalidad la responsabilidad de la familia, sin el apoyo o soporte del varón.
De 27% de los hogares dirigidos por mujeres, en 97.9% de los casos se trata de mujeres solas que pueden ser viudas (47.6%) separadas o divorciadas (22.3%) y madres solteras (16.3%).
A las madres jefas de familia les compete la responsabilidad de la educación y crianza de los hijos, la manutención de la economía familiar y las actividades domésticas.
Muchas de ellas, a pesar de estar preparadas, se enfrentan al problema de la brecha salarial, lo cual dificulta la consolidación de un ingreso que les permita acceder a una vida digna, para ellas y sus hijos.
También, son mujeres a las que se les dificulta ingresar a un espacio laboral bien remunerado. Esto, porque la mayoría de las empresas prefieren mujeres profesionistas cuya única o principal responsabilidad sea la oficina, y una madre jefa de familia, constantemente tiene que repartir y administrar su tiempo.
De acuerdo con el Inegi, una mujer jefa de familia invierte 60.3 horas semanales a las actividades del mercado (trabajo) y 33.2 horas en promedio a las tareas domésticas. Esto significa que aproximadamente trabajan 93.5 horas a la semana, es decir 25 horas más que un hombre jefe de hogar (http://www.inegi.org.mx/saladeprensa/aproposito/2017/familia2017_Nal.pdf).
Una madre que trabaja es imagen del empoderamiento y la liberación de la mujer; es el eje y la unidad de la familia; el consuelo y la seguridad de los hijos.
Pero una madre jefa de familia es ejemplo de valentía y responsabilidad; a pesar de la discriminación, de los estereotipos y la misoginia, ellas asumen su papel sin siquiera cuestionarlo, son responsables de los hijos económica y afectivamente. Los educan y los mantienen, sin el apoyo de una pareja. Ser madre jefa de familia es una hazaña. Tomemos un tiempo para reconocerlas.
Senadora de la República. Presidenta
de la Comisión de Atención a Grupos
Vulnerables. @LiliaMerodio
lilia.merodio@senado.gob.mx