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El 5 de junio pasado, en el seno de la OEA, se aprobó la Convención Interamericana sobre los Derechos Humanos para las Personas Mayores. Esta Convención deberá ser ratificada por el Senado de la República. Hace dos días, la ONU conmemoró el Día Internacional de las Personas de Edad.
Considerar a los adultos mayores grupo vulnerable tardó en ser reconocido en México. La atención a la infancia fue institucionalizada desde 1961 con el INPI, antecedente remoto del actual DIF. La atención a la juventud se dio incluso antes, ya que desde 1950, se creó el Instituto Nacional de la Juventud Mexicana. El Insen, Instituto Nacional de la Senectud, surgió por decreto en 1979. La palabra senectud, de acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española, es el “periodo de la vida humana que sigue a la madurez”. ¿Qué sigue?
En el 2002, comenzaron los eufemismos institucionales. Se habló de tercera edad y cambió, durante un breve tiempo, el nombre del Insen a Instituto Nacional de las Personas en Plenitud. Meses después, se expidió la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores y el organismo se transformó en Inapam, como hasta ahora.
De acuerdo con la Convención Interamericana, “el envejecimiento es un proceso gradual que se desarrolla durante el curso de la vida y que conlleva cambios biológicos, fisiológicos, psico-sociales y funcionales de variadas consecuencias, las cuales se asocian con interacciones dinámicas y permanentes entre el sujeto y su medio”.
Concretamente, por vejez la Convención entiende: “La construcción social de la última etapa de la vida”.
El proceso de envejecimiento es muy diferente de persona a persona y también en función del medio, de los recursos y del género. En el ámbito rural se vive de manera natural el proceso como muchos de los otros fenómenos que suceden en el entorno. En cambio, en el medio urbano y como parte de la sociedad de consumo, hay un esfuerzo permanente y hasta obsesivo en algunos casos, por intentar detener el paso y los efectos del tiempo.
¿Por qué se le teme al envejecimiento? Tal vez porque en general, se valora a la juventud y se menosprecia a la vejez. El capital castiga a quien deja de ser productivo. En contraste, en muchas comunidades indígenas aún prevalece el Consejo de Ancianos como la última instancia de decisión. La sabiduría y la experiencia se premian.
En nuestros días, en vez de dejar al ámbito privado el tema del envejecimiento, éste se ha vuelto una cuestión de Estado y se han traducido en principios jurídicos cuestiones que antes quedaban en el ámbito de lo individual. Así, en la Convención, se habla de valorar a la persona mayor y de su papel en la sociedad; de su dignidad, independencia, protagonismo y autonomía; del buen trato, la atención preferencial y la no discriminación. Se hace referencia también a la solidaridad y al fortalecimiento de la protección familiar y comunitaria.
Se dedica un capítulo a la toma de conciencia y se exige a los Estados Parte fomentar una actitud positiva hacia la vejez y un trato digno, respetuoso y considerado hacia la persona mayor, además de impulsar acciones de divulgación, promoción de los derechos y empoderamiento de la persona mayor, así como evitar el lenguaje e imágenes estereotipadas sobre la vejez.
Promover el reconocimiento de la experiencia y la sabiduría que la persona mayor brinda a la sociedad en su conjunto es otra obligación derivada de este instrumento.
Las expectativas de vida han aumentado y la población del planeta envejece. En el caso de México, si se sigue con la tasa actual, en 16.4 años se duplicará la población de personas mayores. ¿Estamos preparados? Se trata de repensar y reasumir nuestra posición personal, familiar, comunitaria e institucional frente a ello.
Directora de Derechos Humanos de la Suprema Corte de Justicia de la Nación