Mientras Donald Trump pedía en Polonia la defensa de la civilización occidental, en los kioscos de su país circulaba la revista Foreign Affairs, cuya portada es la silueta de los Estados Unidos amurallado. La contradicción esencial del nuevo presidente consiste en que se siente profundamente occidental y al mismo tiempo es completamente antioccidental, por lo menos no comparte los valores fundamentales de lo que ha sido occidente en los últimos dos siglos.

Para casi cualquier otro país, incluido Polonia, las veleidades del presidente americano pueden ser sorteadas con una mezcla de agilidad y evasión, pero en el caso de México esto es imposible. La amenaza del muro sigue estando presente en las prioridades del pertinaz personaje y México niega la posibilidad del muro, pero sin formular con precisión a lo que aspira para construir una convivencia razonable con este mercurial personaje. Estar en contra del muro es un imperativo moral y político, pero no es una política fronteriza viable. En el comunicado emitido tras el encuentro entre EPN y Trump se establece: “Los mandatarios reconocieron el progreso realizado en el diagnóstico de las redes del crimen transnacional, así como la necesidad de abordar este fenómeno con base en el principio de responsabilidad compartida y a través de una estrategia integral en ambos lados de la frontera”. Lo que no sabemos es en qué podría consistir esta estrategia.

En efecto, si se echa un vistazo al decálogo propuesto por el gobierno para renegociar la relación bilateral queda claro que la prioridad es el comercio y la integración económica. De aquel decálogo se desprende, lo que el propio nombramiento de Videgaray supuso, esto es, la concentración operativa en Relaciones Exteriores de la relación, lo cual ha sido afortunado para redimensionar la diplomacia de este país y para ponderar la importancia mutua de la bilateralidad. Un momento estelar en este proceso de reconocimiento de la interacción estratégica fue el inédito artículo firmado por varios embajadores americanos, pero volvamos al punto. La concentración de funciones pudo verse con claridad en la más reciente visita de Kelly quedó bastante claro el desplazamiento de Gobernación (que tenía la ventanilla única) y esto obedece al nuevo entorno provocado por Trump (y tal vez otra cosita, pero eso es política local del gabinete).

Lo que resta por saber es qué implica la idea de responsabilidad compartida. ¿Podría significar que cada quien hace su parte? o bien que se trabaja de manera conjunta en algunos puntos. Lo que queda expuesto ahora es que en esta administración no ha habido un planteamiento preciso en materia de seguridad para gestionar lo bilateral y lo interméstico. Cabe recordar que EPN intentó cancelar la iniciativa Mérida o por lo menos modificarla. Obama dijo antes de visitar México que vendría escuchar de manera directa lo que le proponía Peña y al final conservó Mérida. Al finalizar la administración nos encontramos con una ausencia de planteamiento estratégico de lo que se quiere hacer de manera conjunta salvo la vaga ilusión a la responsabilidad compartida. ¿que significa tal cosa? ¿Mantener el paradigma Mérida? ¿Avanzar hacia un nuevo modelo? ¿Renegociar, como lo están haciendo con el TLCAN, con una lógica trilateral? La verdad es que todas las preguntas están en el aire y la oleada de violencia y de motines en las prisiones auguran que este gobierno tendrá un final más complicado que el de Felipe Calderón. La diferencia es que no tenemos Obama del otro lado, sino a Trump y de este lado no tenemos a una poderosa Secretaría de Seguridad Pública sino a una Secretaría de Gobernación debilitada. El tema amenaza con convertirse en una auténtica pesadilla peor que los vaivenes del tratado comercial. El único pilar que parece sólido en esta relación es el de los mandos militares de ambos países que por su enfoque técnico han logrado un entendimiento sobre las cuestiones fundamentales que se convertirá, en caso necesario, en un elemento que dará estabilidad y una visión más amplia a la relación entre dos socios estratégicos.

PS. Además opino el Sistema Nacional Anticorrupción es uno de los progresos institucionales más importantes y que su construcción se ha hecho con transparencia y rigor.

Analista político.
@leonardocurzio

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