Este fin de semana han continuado las manifestaciones en contra del incremento de las gasolinas. No sorprende que tras una secuencia de malas noticias en el ámbito económico (que van desde el incremento de las tarifas eléctricas, la devaluación del peso y los recortes que previamente al llamado gasolinazo se habían operado en distintas dependencias) el ánimo popular tenga esa coloración. La verdad es que el gobierno se ha topado con un típico problema de las democracias modernas que consiste en que los partidos tienden a jugar como opositores con materias muy populares pero de enormes consecuencias cuando se ejerce el gobierno. Tales materias son la seguridad pública, los impuestos y por supuesto los precios de los servicios públicos. Hoy el PRI paga con intereses lo que hizo como oposición

El tema de las gasolinas ha sido uno de los caballos de batalla preferidos por las fuerzas políticas. Los gasolinazos en la administración anterior fueron ampliamente criticados por la oposición, en aquella época encabezada por el partido que gobierna. Toda la argumentación (que en su momento se planteaba desde la Secretaría de Hacienda) de reducir la subvención a las capas más ricas en la sociedad con una política de los precios es exactamente la misma que ahora utiliza el gobierno para justificar el más reciente incremento. Cuando eran oposición hablaban de insensibilidad gubernamental y ahora hablan, como gobierno, de responsabilidad. La verdad es que entonces y ahora muchas voces plantearon que la gran “reforma hacendaria verde” de México podía pasar por un incremento de los impuestos a los combustibles a cambio de una reducción en el impuesto de la renta. Ni el gobierno anterior ni éste ha decidido seguir esa ruta. Pero este gobierno ha optado por las dos vías sin dar alivio a la economía popular. Ha subido los impuestos generales, incluso a golosinas y bebidas azucaradas, ha incrementado la deuda de manera importante y ha procedido a recortes en temas tan sensibles como la seguridad y muchos programas sociales y a todo ello se agrega ahora el incremento de las gasolinas. No es que una cosa haya sustituido a la otra, es decir que bajó el impuesto sobre la renta o al consumo pero se incrementó el de las gasolinas. En este caso ha sido doble el golpe.

Otro tema interesante de la argumentación gubernamental es que se intenta preservar a la reforma energética de la oleada de descontento generada por la subida de precios. No estoy seguro que sea un planteamiento ganador en la medida en que si algo se retiene de la comunicación gubernamental es que en el momento que bajaron las tarifas eléctricas (que efectivamente bajaron) se plantearon como uno de los resultados directos de las reformas. Decir ahora que el incremento las gasolinas nada tiene que ver con la reforma es punto menos que increíble. Y me temo que no hemos visto lo peor. El mercado de las gasolinas en México no solamente es tremendamente ineficaz sino que está contaminado por una economía criminal. Hay miles de litros que diariamente se roban de la paraestatal y se comercializan en el circuito “legal” sin que haya autoridad que controle esto. Hay miles de cobros indebidos en las gasolineras del país e incluso circula la conseja popular de que no debes pagar con tarjeta en muchas gasolineras por el riesgo de clonación.

En resumen, el gobierno ha caído en una trampa típica de las democracias modernas. Juegas al desgaste de un gobierno utilizando argumentos que después se volverán fatalmente en tu contra. Mucho tendrá que hacer el gobierno actual para evitar que la crisis se profundice y algunos fantasmas del pasado, como las devaluaciones de fin de sexenio, resurjan en el imaginario colectivo. El país está pasando por un mal momento y no hay fundamento serio para suponer que el año 17 tenga alimentos esperanzadores.

Denota desesperación, en todo caso, que para explicar una medida tan impopular se lancen culpas al gobierno anterior. No es que no las tenga, es que se habla como si no hubiesen transcurrido cuatro años de que el gobierno calderonista fue derrotado en las urnas y no haya mediado un ejercicio de gobierno de cuatro largos años. El gobierno sabe que los problemas del país ahora son los propios. Y al igual que a Calderón lo persiguió el tema de la violencia, a EPN lo persigue el manejo de una economía que ha conseguido un crecimiento mediano, es cierto, pero con una promesa de reformas que cambiarían esa situación inercial. Además para conseguirlo nos ha recetado un importante incremento de impuestos, de servicios y de la deuda. El balance no es en absoluto alentador.

Analista político.

@leonardocurzio

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses