Leonardo Curzio

Los músicos del Titanic

Pensar en cambiar el sistema electoral me parece un despropósito y más aún si el impulso es la voluntad de parar a AMLO

31/10/2016 |02:13
Redacción El Universal
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Supongo que es una disposición natural de homo sapiens el buscar siempre el ángulo que nos permita utilizar de mejor manera nuestros conocimientos. Por eso sucede que los especialistas en apicultura acaban siempre hablando de abejas y los médicos sociales terminan siempre conversando sobre campañas de vacunación. A los politólogos (y también a los políticos que son, en teoría, nuestro objeto de estudio, pero que en muchos casos parecen más bien fuente de inspiración y de imitación) nos sucede algo similar: casi siempre acabamos hablando, no del problema, sino de aquello que nos resulta más conocido. De esa manera, los que se dedican a las finanzas públicas acabarán ubicando que el más grave de los problemas del país yace precisamente en la debilidad de las haciendas locales. Los especialistas en participación ciudadana dirán que carecemos de mecanismos para incentivar la democracia participativa. Los electorólogos nos volverán a presentar sus conocidos diagnósticos y le darán 10 vueltas más a los pros y los contras de otra reforma electoral. No me quejo, todos intentamos sacarle el máximo provecho a nuestro conocimiento y aunque los problemas sean nuevos, planteamos siempre una perspectiva en la cual lo mejor de nosotros mismos salga a relucir.

En los últimos tiempos he vuelto a escuchar el debate sobre una eventual segunda vuelta y me pregunto, igual que lo hicieran los músicos del Titanic, si es más importante pensar en la partitura de la siguiente pieza, en lugar de percatarnos que el barco se está hundiendo. Volver a oír los pros y los contras de este mecanismo electoral y escuchar los temores con los que se personaliza el instrumento, me resulta horrorosamente repetitivo.

Pensar en cambiar el sistema electoral cuando ya están encarrilados los candidatos, me parece un despropósito y más aún si el impulso de la reforma es la voluntad de parar a Andrés Manuel López Obrador. Los que tienen tanto miedo al tabasqueño, que incluso apoyarían un cambio de ese calado en nuestro sistema electoral, que incluyera la segunda vuelta a la cual se han opuesto históricamente, deberían pensar en el efecto que tendría si López Obrador no sólo pasara a la segunda vuelta, sino que la ganara con un 60%. El hombre que, siendo jefe de Gobierno, se pasó por el arco del triunfo la Asamblea Legislativa en temas tan sensibles como el presupuesto, la transparencia y el SUVA, tendría todo el poder (legítimamente transferido por el soberano) para actuar con amplia libertad apoyado en un robusto mandato. Se dirá que las instituciones deben contener, incluso a un presidente mayoritario, pero es probable que, queriendo remediar un catarro, pesquemos una tosferina institucional.

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Pero no es ni el oportunismo, ni un presagio de tiempos revueltos lo que me preocupa, sino la proclividad para preconizar viejas reformas para nuevos problemas. No tengo duda de que una nueva reforma del estado tendrá que empezar por el punto que han relegado las anteriores, es decir, reconstituir los poderes locales y el funcionamiento del federalismo. Este país no aguanta una reforma electoral más, mientras se soslaya el más grave problema de gobernabilidad (capacidad de atender armónicamente los asuntos públicos) que es dotar a los municipios de capacidades de gobierno. Para ello hace falta replantearnos los incentivos políticos para que podamos tener, en el futuro próximo, jefes de gobierno de las grandes metrópolis con amplias facultades para dar viabilidad a las grandes urbes. Creo que en la Ciudad de México vamos en el sentido contrario (fragmentar) en vez de articular capacidades para que las administraciones locales puedan desahogar de mejor manera sus responsabilidades. Imaginar que los municipios o metrópolis consiguieran ordenar territorialmente el país y garantizar seguridad pública en sus demarcaciones hoy se ve como utopía, pero debe ser el propósito de esta generación.

Yo celebro que, a iniciativa de este diario, se hayan llevado a cabo una serie de foros de alto nivel para discutir, desde diversos ángulos y perspectivas, la apremiante necesidad de repensar el federalismo y que muy pronto se hará pública una propuesta integral que el Senado no podrá soslayar. Será uno de los grandes temas del 2017.

Analista político.
@leonardocurzio