Leonardo Curzio

Relevo en el CCE

Termina hoy un ciclo en el liderazgo empresarial mexicano. Gerardo Gutiérrez Candiani entrega la estafeta a Juan Pablo Castañón y concluye así un muy fructífero periodo caracterizado por la visibilidad del sector privado en la vida nacional

14/12/2015 |02:17
Redacción El Universal
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Termina hoy un ciclo en el liderazgo empresarial mexicano. Gerardo Gutiérrez Candiani entrega la estafeta a Juan Pablo Castañón y concluye así un muy fructífero periodo caracterizado por la visibilidad del sector privado en la vida nacional. En estos años el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) ha tenido tres grandes logros. El primero es mantener una unidad de propósito en los temas fundamentales. Ha habido, por supuesto, sensibilidades diferentes de los distintos sectores, pero en términos agregados el sector privado se ha presentado unido. El segundo éxito importante —el cual supongo es producto del primero— es que ha logrado posicionarse en el debate nacional con una agenda muy precisa. Hoy la postura del sector privado es nítida en los principales temas de discusión pública e ideológicamente coherente. No hay manera de llamarse engaño en lo que a economía de mercado, Estado de derecho, transparencia y educación, pide el sector. Además, en estos años, se han fortalecido una serie de tanques de pensamiento que gravitan en torno a la IP que, con sus estudios e informes, mejoran sustancialmente la calidad de la deliberación pública. El tercer gran éxito es que a diferencia de otros momentos de la historia en los que el liderazgo empresarial rehúye las cámaras y micrófonos, en los últimos años hemos tenido una muy saludable presencia de la cabeza del Consejo en el espacio público, proporcionando información pormenorizada de la forma en que los empresarios ven las reformas. Particularmente instructiva fue la negociación del llamado acuerdo de estabilidad tributaria que, en pocas palabras, fue tomarse el amargo jarabe de la reforma fiscal.

Juan Pablo Castañón ha demostrado, en su gestión al frente de Coparmex, que continuará con estas saludables tendencias. Me parece particularmente relevante recordar el trabajo que hizo para impulsar la calidad educativa. No tiene, sin embargo, fácil la tarea. Vienen años en los que el discurso de las reformas se erosiona sin que veamos una notable transformación del país. Pienso, por ejemplo, en la reforma laboral que fue la que inauguró el ciclo de reformas que después quedaron bajo el paraguas del Pacto por México. No hay en el mundo del trabajo nada que permita brindar con entusiasmo en este fin de año y la posición de la IP en el debate sobre el salario mínimo ha sido francamente conservadora. Presumo que serán tres grandes temas los que marcarán la gestión de Castañón. El primero: dar un empuje decisivo desde el sector privado a la lucha contra la corrupción. Estoy seguro de que vendrán iniciativas importantes desde el sector privado y la sociedad civil para enfrentar este grave problema y el respaldo del CCE será invaluable. El segundo: la productividad. Queda absolutamente claro que el Ejecutivo y el Legislativo (destaco en particular el trabajo del senador Luis Armando Melgar), son decisivos para impulsar esa agenda, pero a mi juicio, nada de eso prosperará si no hay una reforma microeconómica de las empresas mexicanas. Una reforma que las profesionalice y les quite ese manto tradicional más propio del México de los sesenta que del siglo XXI. El país se debe a sí mismo un gran salto en materia de productividad que no sea gestado y empujado desde el exterior. Para muchas empresas mexicanas la era del proteccionismo y los enchufes gubernamentales siguen siendo la ecología en la que les gusta vivir y eso es cada vez menos viable. Y el tercero (y último) es el compromiso social, pero no un compromiso social de relumbrón y eventos de señoras de la caridad, sino un verdadero esfuerzo redistributivo que debe partir de la situación real de cada sector. No podemos seguir eludiendo que en números agregados, dos tercios del producto van a ganancias empresariales y poco menos de un tercio se paga por concepto de salarios. Eso lejos de cohesionar el país lo polariza y de manera casi natural arroja a los trabajadores a los brazos de los temidos líderes populistas.

Analista político.

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@leonardocurzio