Hace unas semanas (10 de agosto) reflexionaba en este espacio sobre el populismo y concluía que el problema central del país no era que los dinosaurios estuviesen acosando la fortaleza democrática, sino la potente ecología jurásica en que se ha convertido la arena política nacional, es decir, aquella que permite la supervivencia de ese discurso redentor que plantea que la solución a todos los problemas del país es que el pueblo bueno despierte y (capitaneado por un valiente jinete que desafía a la casta gobernante o mafia en el poder) restaure la armonía original que el “neoliberalismo” destruyó.

Hoy vuelvo sobre el tema ya que el Presidente advirtió el miércoles sobre los riesgos de la demagogia y el populismo. La advertencia coronó su mensaje político y consiguió las 8 columnas de varios diarios (incluido el nuestro). Es sintomático que un Presidente en el apogeo de su poder (tercer año y con mayoría absoluta en San Lázaro) haya preferido sacrificar su mejor momento (ya todo será cuesta abajo) en exorcizar un fantasma que recorre el país que en reafirmarse en el pináculo del poder. Dibujar una perspectiva sombría, por un hipotético triunfo de AMLO en 2018 en pleno 2015, refleja un nerviosismo que altera el pulso del sexenio. Alertar sobre el riesgo, como corolario del discurso más extenso de su mandato, es un reconocimiento explícito del poder del tabasqueño, porque para nadie es un secreto la asombrosa vitalidad del proyecto personal ¿monomanía? de López Obrador, quien intentará, por tercera ocasión, convertirse en el inquilino de Palacio Nacional. Ha quedado claro que el Peña victorioso de junio de 2015 ve al tabasqueño como el enemigo a vencer en 2018.

El problema del postulado presidencial, además del temor que rezuma, es que prescinde de dos elementos contextuales y elude la pregunta del por qué el dragón populista está en el puente levadizo. Me explico. El primer elemento contextual es que ninguna sociedad que perciba una mejora de su condición sucumbe en brazos de los caudillos. Cuando hay algo que defender la gente no escucha el grito de las sirenas, es más, existe una propensión conservadora en la mayor parte de las sociedades humanas. El segundo es que en el papel EPN tiene todo aquello que un Presidente podría querer: una mayoría absoluta y disciplinada, nuevo gabinete con un abanico más amplio de eventuales sucesores, un paquete de reformas aprobadas a su entera satisfacción y buena parte de la estructura territorial alineada. Sin embargo, lejos de proyectar confianza en un futuro brillante y reforzar la idea de que su administración será existosa, nos muestra sus temores y su inseguridad. Y aquí entro a la pregunta final. Si, en efecto, AMLO era hace 6 años (junto con Gordillo) el político más impopular de México, tanto que recorrió el país pidiendo perdón, hoy es el corredor más adelantado. ¿Es esto producto del atavismo o del masoquismo nacional? ¿de la compra de votos o el diluvio de spots de los que se ha beneficiado? No, o por lo menos no solamente. El ascenso de AMLO es función directa del desprestigio del propio gobierno que no atina a cambiar el estado de ánimo del soberano. Gana (¿o compra?) elecciones pero no corazones. Para todos aquellos que viven con lo mínimo y están hartos de ver suburbans con guaruras, es mucho más sombrío lo que hoy ocurre, que imaginar una ruinosa aventura populista. Si en el presente no germina la esperanza de una vida mejor para las mayorías: ¿a quien le aterra el discurso del populismo?

Y perdón, pero salvo por la responsabilidad macroeconómica que es la principal prenda de este gobierno: ¿no es populista recurrir a la compra masiva de votos con tarjetas de prepago? ¿no es populista regalar televisores? ¿no es populista ir por la vida prometiendo cadenas perpetuas y después, a lo sumo, cerrar circos? ¿no es populismo ver en televisión a los gobernadores inagurando hasta un bote de basura en flagrante culto a la personalidad? O alguien cree que el populismo sólo viene de la mano de Morena.

En el parque jurásico mexicano no hay solamente un tiranosaurio rex obsesionado por el poder, como el discurso de la derecha plantea. Hay también triceratops, carnetauros, tarbosaurus batares que viven tan campantes y que a placer someten tribunales, compran bancadas opositoras y reparten dinero para mantener clientelas. Lo más aterrador de la política nacional no es el populismo que viene, sino esa impostura en la que se ha convertido buena parte de la vida pública y que el gobierno no parece querer enmendar.

Analista político.

@leonardocurzio

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