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Para los habitantes de la Ciudad de México (CDMX), el desplazarnos a cualquier destino, implica invertir horas en el tráfico. Si bien parece algo cotidiano, nos habla de la ineficiencia de la movilidad urbana la cual repercute negativamente en nuestra calidad de vida, en el medio ambiente y en nuestra productividad.
La deficiente movilidad que tiene la CDMX no sólo tiene costos financieros, también es un elemento de menor bienestar y calidad de vida, de salud, de competitividad que se ha convertido en un cuello de botella para la productividad laboral.
El estudio de la empresa holandesa Tom Tom ubicó a la CDMX como la metrópoli más congestionada en el mundo al superar a ciudades como Estambul, Bangkok, Río de Janeiro, Bucarest, Moscú o Los Ángeles, entre otras (el estudio contempla 48 urbes).
De acuerdo con el estudio, el promedio de las horas extras que un conductor pasa al frente del volante por el tráfico es el más alto del comparativo. Dedicamos 66% más de tiempo en llegar nuestro destino en cada viaje, como consecuencia, en la CDMX se pierde en promedio más de 59 minutos al día en el tráfico. Esto tendría un costo de 33,649 millones de pesos anuales para la ciudad, de acuerdo con cálculos de la Comisión de Hacienda de la Asamblea Legislativa de la CDMX.
Las pésimas políticas públicas en materia de movilidad, la sobrepoblación, la ausencia por muchos años de planeación urbana, entre otros factores, han provocado que la inmovilidad se convierta en uno de los cuatro jinetes del apocalipsis que amenazan a la CDMX (junto con la, la criminalidad, la falta de salud y la pobreza), no sólo por los costos económicos que conlleva, también por la emisión de Gases de Efecto Invernadero y otros contaminantes, la afectación al desempeño laboral y la ineficiencia en todo el sentido de la palabra. Es decir, hemos ya sufrido un infarto en nuestra productividad derivado de la arterioesclerosis en las vías de transporte de la CDMX.
Una “megalópolis” como la CDMX que aspira a ser equitativa, eficiente y competitiva debe actuar de inmediato y con acciones claras para ofrecer condiciones de prosperidad urbana, con accesibilidad universal, con transporte público eficiente, seguridad para el peatón, el ciclista y el automovilista, con estacionamientos de clase mundial, con horarios en horas no pico para que circulen los transportes de carga y para que se lleven a cabo trabajos de construcción, con acciones más allá de un doble no circula o un reglamento de tránsito recaudatorio. Es preciso revisar, con visión holística, las diferentes políticas, desde la ya enunciada hasta las que limitan la velocidad en vías rápidas, eliminan carriles y crean embudos en las entradas y salidas de vehículos, por mencionar algunas que han mostrado la aportación a una mayor inmovilidad.
El Reporte Nacional de Movilidad Urbana en México 2015 de la ONU- Hábitat, señala que para 2050, 70% de la población mundial vivirá en ciudades, por lo tanto, el transporte público y privado seguirá siendo uno de los retos más representativos ya que su eficacia resulta esencial para la vida y la economía de las personas, instituciones y empresas.
De acuerdo con cifras del IMCO e Inegi, en la CDMX y la zona conurbada diariamente convivimos más de 20 millones de habitantes que demandamos servicios de transporte, infraestructura, caminos, empleo entre otros y en donde el parque vehicular alcanza 8.9 millones de autos.
Bajo este escenario de saturación, la inversión en infraestructura juega un papel fundamental, no sólo para mejorar la red de transporte público, también para promover la creación y utilización de infraestructura multimodal de transporte no dependiente del automóvil. Además, se requiere la participación de todos los sectores para el uso y desarrollo de tecnologías que favorezcan sistemas de transporte inteligentes, con innovaciones que ayuden al acceso de rutas más eficientes y amigables con el medio ambiente.
La competitividad no sólo es cuestión de movilidad, también es necesario contar con acciones integrales, que promuevan la inversión, la seguridad, el combate a la corrupción y la facilidad de generar negocios. Así, una urbe como la CDMX podrá enfrentar el problema de la productividad de manera puntal y asertiva, mitigando los “infartos” por traslados largos, agotadores, inseguros y costosos.
El tema relevante es cómo transportar personas de manera eficiente, asequible y segura, y no cómo pueden circular los automóviles a fin de evitar la saturación de las vías, de las personas y de las industrias. Se requiere también del trabajo en conjunto con los planeadores urbanos, el gobierno y agentes económicos para trazar el camino de hacia dónde y cómo seguirá creciendo la ciudad.
Presidente de Consultores Internacionales S.C