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La Oficina de Ciencia y Tecnología de la Casa Blanca ha producido un reporte reciente con la estrategia de ese país para mejorar el “estado de salud” de las diezmadas poblaciones de mariposas monarca y de abejas melíferas, éstas últimas muy importantes —aunque no los únicos— polinizadores de gran parte de los cultivos en casi todo el mundo. El valor monetario anual del servicio que los polinizadores efectúan en la agricultura de Europa ha sido estimada en 14 mil 600 millones de euros.
Esta estrategia ocurrirá mediante la siembra, en unas 3.5 millones de hectáreas, con diversas plantas cuyas flores son alimento de las abejas y especies del género Asclepias, conocidas en México como algodoncillo o quiebra muelas, que son alimento de las mariposas monarca en su largo trayecto desde Canadá hacia Michoacán y el Estado de México. Dicha área cubre el centro de EU y se extiende desde Minnesota hasta la frontera de Texas con México. El esfuerzo, que es enorme, incluye involucrar a muchísimos escolares en la ruta, plantando jardines para los polinizadores y las mariposas, en lo que constituirá un enorme “buffet o smorgasbord” de plantas para esos insectos.
Aunque es una medida notable por parte del gobierno de EU, muchos ambientalistas apuntan a que la causa de raíz del problema no se menciona adecuadamente en el estudio y que es un factor central en la caída del tamaño de las poblaciones de abejas y mariposas, y tampoco se toman medidas al respecto. Se trata del uso de insecticidas neonicotinoides (a los que he hecho referencia en el pasado en esta columna) y de herbicidas sistémicos como el glifosato que tienen un espectro muy amplio y pocas plantas escapan a su efecto. La última evaluación de poblaciones de abejas melíferas en EU hecha en el mes de mayo de 2015, encontró que los apicultores de ese país han perdido 42% de sus colonias en los doce meses anteriores.
La estrategia de EU tiene como meta reducir las pérdidas de abejas melíferas a un 15% para dentro de 10años y procurar que haya una recuperación de las monarcas suficiente como para ocupar al menos unas 7 ha de los bosques de oyamel en su área de hibernación en nuestro país. El año pasado las monarcas sólo ocuparon alrededor de 1.5 ha de bosque.
Los insecticidas a base de neonicotinoides son sustancias neuroactivas que tienen efectos muy nocivos sobre un amplio rango de fauna que no es el blanco del agroquímico, y hay evidencia científica reciente (http://bit.ly/1KZyoEe) de que el insecticida está implicado en la reducción de las poblaciones de abejas melíferas y muchas otras especies de abejas silvestres en EU. Además, los neonicotinoides dejan residuos en muchas partes de las plantas, incluido el polen y néctar que es fuente de alimento para muchos insectos, entre ellos las abejas.
El uso de estos y otros agroquímicos reduce muy seriamente el tamaño de las poblaciones de insectos, aves y otros animales que juegan un papel central en el proceso de control biológico de las plagas, un servicio ecológico que se ha estimado tiene un valor en todo el planeta de alrededor de 100 mil millones de dólares. Un reporte producido por el comité asesor científico de las Academias Europeas (http://bit.ly/1JCuXmx) concluye que: 1) el uso profiláctico (para prevenir ataques de insectos) de neonicotinoides tiene severos efectos negativos sobre la fauna “no blanco”; 2) hay clara evidencia de efectos sub-letales por largos períodos en la fauna “no blanco”; 3) El uso profiláctico de estos insecticidas contraviene los principios del control integrado de plagas de la Unión Europea y reduce el potencial de restaurar la agrobiodiversidad en Europa.
Cabe preguntar, ¿qué regulaciones y verificación hay en México sobre la venta y uso de estos insecticidas, que protejan la industria apícola nacional, la agrobiodiversidad y la salud de los campesinos?
Coordinador nacional de la Conabio e investigador emérito de la UNAM