La propuesta para el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM) elaborada por los ingenieros José María Riobóo y Sergio Samaniego, y presentada por Andrés Manuel López Obrador la semana pasada, muestra grandes coincidencias con propuestas previas y con estudios realizados con anterioridad. La principal y más importante es que la Zona Federal del Lago de Texcoco (ZFLT) es incompatible para la ubicación de un aeropuerto por tres razones fundamentales: su vocación ecológica, su función reguladora hidrológica en temporada de lluvias y contener una superficie estratégica ideal para el almacenamiento futuro de agua de lluvia.

Esta posición de los ingenieros Riobóo y Samaniego se suma a la de un número importante de geólogos, hidrólogos y urbanistas que afirmamos lo mismo: la propuesta de la SCT para construir el NAICM en la ZFLT, no tiene pies ni cabeza; responde más a una visión de “negocios” para beneficio de unos cuantos en perjuicio del futuro de la ciudad de México y de millones de personas.

Sin embargo, esta nueva propuesta alterna del NAICM en la Base Militar Número 1 de Santa Lucía para usar conjuntamente aviación militar con aviación civil tiene un problema: la opinión inconsistente de la propia Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).

Esta posibilidad ya había sido discutida en varias ocasiones. Justo después del fracaso del proyecto en Atenco y años después, en el 2009, cuando la SCT presentó un estudio denominado “Sistema metropolitano de aeropuertos de la zona centro del país” que contemplaba la incorporación de los aeropuertos de Querétaro y Cuernavaca en coordinación con el aeropuerto internacional Benito Juárez (AICM) y la ampliación a dos pistas del aeropuerto de Toluca, con un tren rápido directo al mismo. Por cierto, la SCT contrató el Tren Rápido a Toluca sin pasar por el aeropuerto, lo cual lo convierte en otro proyecto fallido.

En todas las ocasiones, altos mandos del ejército manifestaron una rotunda oposición a dejar la Base Militar de Santa Lucía por varias razones como su ubicación estratégica; que es escuela de pilotos y de paracaidismo; y además, porque realiza entrenamientos de operaciones militares. Todas estas actividades —afirmaban— son incompatibles con la operación de vuelos comerciales.

Cuando la SCT presentó el proyecto del NAICM sobre la ZFLT, omitió una información clave: que la orientación de sus pistas en dirección norte-sur obligaría a dejar fuera de operación la Base Aérea de Santa Lucía; táctica muy socorrida por la SCT para no presentar frentes de oposición al proyecto, pero reflejo de la poca transparencia que la ha caracterizado. Aunque la SCT no lo haya hecho público, la Sedena sabía perfectamente que el nuevo proyecto implicaba el cierre total de su principal Base Aérea, pero los militares no dijeron absolutamente nada.

¿Por qué la Sedena se opuso con firmeza y razones sólidas a que se afectaran sus instalaciones militares en Santa Lucía en las dos administraciones anteriores y en cambio, no dijeron una sola palabra en esta ocasión? ¿Será acaso que el Gobierno Federal estaba bajo otras siglas partidistas? ¿o cambiaron las consideraciones técnicas y militares?

Lo más probable es que los grandes intereses económicos y de negocios que fuerzan las decisiones en Presidencia, obligaron a la Sedena a aceptar un proyecto que afecta fuertemente su estructura y es lamentable que sea otra vez la SCT la que impulsa grandes proyectos de infraestructura sin las consideraciones suficientes de ingeniería, de viabilidad financiera y de impacto ambiental.

La Base Militar de Santa Lucía no puede operar conjuntamente con aviación civil; sin embargo, lo importante es que hay alternativas de solución a los requerimientos aeronáuticos para un NAICIM. Definitivamente, lo que no tiene alternativa es la recuperación del último espacio que nos queda del antiguo Lago de Texcoco, como un área vital para la seguridad y sustentabilidad de la ciudad.

ciudadposibledf.org

Twitter: @JL_Luege

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