La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) insiste en sugerir la aplicación de las mismas recetas para México: facilitar la entrada a la inversión extranjera.
En su informe Apuesta por el crecimiento se olvida de explorar otras alternativas, el mercado interno y el fortalecimiento de la planta productiva del país se encuentran fuera de su análisis. Su enfoque sigue anclado en la década de los años 80 cuando México inició su proceso de apertura y favoreció la llegada de inversión foránea.
La OCDE utiliza aspectos como la baja productividad, la falta de transparencia y excesiva tramitología para justificar su planteamiento: México debe abrir su economía a la inversión extranjera directa.
Se olvida de que eso ya ocurrió y que a pesar de ello el país sigue creciendo 2.5% en promedio. La apertura irrestricta ya no es suficiente en la realidad global. Las naciones asiáticas muestran que el camino se encuentra en políticas que vean hacia la globalización pero se fundamenten en la fortaleza productiva interna.
Lo interesante es que la sugerencia de la OCDE toca a sectores como el bancario, en donde el proceso ya es profundo sin que ello haya redundado en un mayor crédito para el sistema productivo mexicano.
Ampliamente conocido es que algunos bancos extranjeros obtienen ganancias en el país que llegan a representar hasta 35% de sus utilidades mundiales. México se ha convertido en un centro rentable para sus inversiones.
A pesar de que se cuenta con bancos de origen español, norteamericano, canadiense y británico, solo por citar algunos ejemplos relevantes, ello no ha redundado en un sistema bancario más competitivo: siguen aplicando cobros de comisiones y por intermediación que no realizan en sus naciones de origen.
Además la regulación que se utiliza inhibe el buen desempeño de los bancos más pequeños, la mayoría nacionales. Se les mide con los mismos parámetros que a la banca trasnacional, situación que impide el desarrollo de la competencia y propicia la concentración que se observa desde hace 10 años.
La OCDE no realiza una evaluación de la política aplicada al respecto, simplemente sugiere que se debe avanzar más en el mismo sentido. Después de 30 años de apertura se debe analizar qué ha funcionado y qué cosas no lo han hecho.
Algo es claro, durante todo este proceso México ha pedido participación en la propiedad de grandes empresas, algunas de las más rentables han sido compradas por extranjeras, otras desaparecieron o pasaron de ser transformadoras y generadoras de valor agregado a comercializadoras de importaciones. Pocas siguen en manos de empresarios mexicanos: son altamente competitivas pero se van quedando solas.
¿Qué pasa con la inversión privada nacional? Se le ha subordinado a un segundo plano, a pesar de ser cuatro veces superior a la inversión extranjera directa. No hay una política de fomento para ella. Se dice que pedirlo es proteccionismo pero esas mismas voces piden establecer políticas para hacer más atractiva la llegada de inversión extranjera. Candil de la calle, oscuridad de la casa.
La inversión privada nacional es más democrática y de mayor profundidad que la foránea, está representada desde aquellas personas que inician un pequeño negocio hasta las grandes inversiones que realizan empresarios mexicanos. En conjunto, todos ellos representan el emprendimiento nacional, son los que llegan a todos los rincones del país y dan empleo a la mayor parte de la población. Sin embargo se encuentran fuera del análisis de la OCDE.
No se trata de confrontar un tipo de inversión de otra, simplemente se debe establecer que la orientación de política económica en México ha favorecido el arribo de inversión extranjera y ha dejado en segundo término a la nacional, eso debe cambiar si se quiere elevar la productividad y competitividad de México. Los mayores rezagos se encuentran en la parte menos favorecida: el Fortalecimiento Productivo del Mercado Interno.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico