El crecimiento del consumo privado no será sostenible si no hay una reactivación de la producción interna, particularmente en el sector industrial. De acuerdo al Inegi, el crecimiento económico del primer trimestre del año fue solamente del 2.6% (con cifras originales), una cifra modesta si se contrasta con la variación acumulada del Indicador Mensual del Consumo Privado en el Mercado Interior durante el primer bimestre del 2016: 4.3%.
Lo descrito refleja que el consumo privado supera ampliamente a la producción interna. Aquí debe citarse que el componente del consumo que exhibe un incremento más vigoroso es el asociado con los bienes importados.
Hasta febrero, el crecimiento acumulado del consumo de los bienes provenientes del extranjero fue del 6.6%. Lo descrito refleja que, a pesar de la depreciación del tipo de cambio, el mercado interno mexicano sigue privilegiando la adquisición de bienes importados, lo cual desplaza a la producción nacional.
Lo anterior permite cuestionar sobre quién se beneficia realmente con el aumento del consumo privado: su incremento tiene una menor influencia en los bienes y servicios nacionales. En el primer caso su variación acumulada fue del 3.7% y en el segundo del 4.4%. Si bien ambas cifras son positivas, es evidente que los mayores beneficios son atribuibles al consumo de bienes importados.
El comportamiento descrito del consumo es estructural. La historia reciente muestra que entre el 1996 y el 2000 la importación de bienes de consumo creció a una tasa anual promedio de 30%.
Adicionalmente, se debe considerar que el entorno de mayor consumo no es consecuencia de un buen desempeño del mercado laboral. Para el primer trimestre del año la ocupación de personas que ganan más de 5 salarios mínimos se redujo en 2.2 millones con respecto al nivel que existía en 2008, antes de la última gran crisis económica. La creación de ocupación se ha centrado en el segmento de quienes ganan menos: 7.9 millones de mexicanos tienen un ingreso de cuando muncho llega a un salario mínimo, 2.5 millones adicionales al nivel existente en 2008.
De igual manera, si se comparan las remuneraciones como proporción de PIB, las mismas pasaron de significar el 30.1% del PIB en 2003 al 27.2% en 2014. Lo anterior implica que la desocupación y precarización del ingreso laboral han provocado una reducción de la participación de las remuneraciones en el PIB total.
Esto último permite poner en duda la sostenibilidad del crecimiento del consumo, básicamente por el avance de la pobreza laboral.
Adicionalmente, se deben cuestionar otras fuentes de financiamiento que han permitido mantener el elevado ritmo de consumo. El crédito y las remesas son elementos que permiten entender dicha dinámica.
Por un lado, las remesas, en pesos, han mostrado un incremento de 21.6% entre 2014 y 2015, mientras que el crédito al consumo, tanto de la Banca Múltiple como de la Banca de Desarrollo, creció en 7.7% en el mismo periodo. Con ello se tuvo cerca de 110 mil millones de pesos adicionales durante el año anterior. Entre 2013 y 2015 el crecimiento promedio de las remesas fue del 6.8% anual, mientras que el crédito se incrementó 5.6% en promedio anual durante el mismo periodo. El problema de lo anterior es que las remesas dependen de la evolución de la economía de Estados Unidos y el crédito representa un aumento en el endeudamiento de las familias.
En consecuencia el desempeño del mercado interno no está fundamentado en mejores ingresos de los trabajadores. Este hecho refleja que también hay un incremento en la precarización del entorno empresarial, las actividades productivas de los negocios en México enfrentan restricciones para poder pagar mejor, un límite estructural para pensar que el consumo seguirá siendo un motor de crecimiento para el segundo semestre del año.
Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico