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En días pasados, en el marco de la discusión del Presupuesto de Egresos de la Federación para el año 2016, se dieron en la ciudad de México diversas manifestaciones de organizaciones campesinas que buscaban mayores apoyos para el campo mexicano. Más allá de lo que pudieron haber conseguido con sus medidas de presión, hay preguntas que muchos nos hacemos: ¿México está apoyando adecuadamente a los productores agrícolas?, ¿es necesaria una transformación del campo mexicano?, ¿los subsidios que se otorgan a los programas agrícolas, rinden los frutos deseados? Puede haber muchas más preguntas pero creo que la mayoría podríamos estar de acuerdo en que es necesario diseñar una nueva política de desarrollo rural para México y estoy convencido de que una nueva política pública agroalimentaria debe discutirse ampliamente por toda la sociedad.
Considero que hay por lo menos tres temas de capital importancia que deben formar parte de la discusión:
En primer lugar, es absolutamente necesario hacer un análisis a fondo de las políticas públicas para el campo. De lo que se trata es de determinar qué programas públicos están funcionando, cuáles necesitan ajustes y cuáles deben desaparecer por no estar cumpliendo con sus objetivos. Este análisis debe ser técnico, objetivo y alejado de sesgos políticos. Cada peso invertido en el campo mexicano debe usarse con transparencia y efectividad.
En segundo lugar, es fundamental que todas las decisiones que se tomen incluyan una perspectiva de sustentabilidad. Si hay un fenómeno que marcará el futuro del campo mexicano es el cambio climático. El aumento de la temperatura, así como de la intensidad y frecuencia de inundaciones y sequías impactará inevitablemente la productividad de la agricultura, la ganadería y la pesca. Por eso, si queremos un campo resistente, capaz de adaptarse exitosamente al cambio climático, es fundamental actuar bajo una perspectiva de sustentabilidad.
Finalmente, en tercer lugar, me parece clave que discutamos una nueva política rural con perspectiva de generación de crecimiento y progreso. Tenemos mucho que hacer como país para que el campo deje de ser visto como un lugar de pobreza y atraso. Sí, hay que apoyar a las comunidades rurales que enfrentan graves problemas económicos. Sí, hay que cerrar brechas de marginación y de injusticia. Pero también hay que pensar en el campo como una oportunidad para potenciar las capacidades productivas de nuestra gente. Hay que pensar en tecnología, en nuevas formas de producción y comercialización, en el fortalecimiento de cadenas de valor. Hay que pensar en vías para llevar los productos del campo mexicano en cada rincón del mundo. Hay que repensar el campo mexicano y hacerlo con una visión de futuro que brinde nuevas posibilidades de progreso para México.
Todo esto lo tenemos que hacer con datos duros que nos permitan hacer una radiografía completa de los retos que enfrenta el campo mexicano y las distintas alternativas de solución.
Si de algo estoy convencido, es del enorme potencial que tiene México para trasformar el campo en una fuente de progreso y desarrollo. Hay muchísimas experiencias exitosas (aguacate, tomate, zarzamoras, etc.) que deben servir de ejemplo. Sin duda, todos queremos un campo competitivo, sustentable y próspero. Un campo moderno para el México del siglo XXI. Hacer realidad esa visión requiere de la suma de los esfuerzos de todos, gobierno y sociedad, para que consolidemos al campo mexicano como una fortaleza competitiva de nuestra economía y como una fuente de orgullo de quienes trabajan en él. Transformemos juntos la realidad de nuestro campo y con ello, la realidad de todo México.
Abogado.
@jglezmorfin