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En estos días, se está discutiendo en la Cámara de Diputados el Presupuesto de Egresos de la Federación para el año 2016. Las condiciones de la economía mexicana no son las mejores, principalmente, por la caída drástica de los ingresos provenientes del petróleo. El presupuesto será, en términos reales, sensiblemente menor al aprobado para el año 2015.
¿Cuáles son los rubros del presupuesto en los que no se deben escatimar recursos? Creo que todos podemos coincidir en lo importante que es el reducir el gasto corriente y en que no se deben disminuir los recursos que se destinan a gasto social, salud y educación. Sin embargo, hay otro rubro en el que me parece que no sólo no debe haber disminución sino, de ser posible, se deberán incrementar las aportaciones: me refiero al gasto en infraestructura.
Sin duda, cuando pensamos en una nación desarrollada pensamos en redes carreteras y multimodales, en grandes puertos de altura, en aeropuertos modernos y eficientes.
Y, en efecto, los países que han dado el salto al desarrollo son aquellos que han actuado con visión de largo plazo y han invertido fuertemente en toda clase de proyectos de infraestructura.
Yo estoy convencido de que apostar por la infraestructura es apostar por el progreso del país.
La infraestructura es sinónimo de crecimiento y empleo. La construcción de infraestructura tiene un efecto directo en 177 de las 222 ramas productivas, impactando nuestra economía con la creación de millones de empleos. La infraestructura es también sinónimo de bienestar. La construcción de un camino rural, la reparación de una carretera, la modernización de un puerto, la construcción de una escuela o de un hospital, abren nuevas oportunidades de progreso económico para la gente del campo y la ciudad. La infraestructura hace más accesibles los servicios de educación y salud a las familias y les permite acceder a más y mejores opciones de desarrollo.
La infraestructura es sinónimo de competitividad. En una economía globalizada, las naciones que cuentan con infraestructura de mayor alcance y calidad pueden aprovechar mejor las oportunidades del libre comercio. Además, la infraestructura reduce los costos de operación de las empresas, favorece la inversión y, con ello, potencia la competitividad de las economías.
México necesita redoblar esfuerzos en este rubro. Les comparto dos datos: en el índice de competitividad del Foro Económico Mundial, dado a conocer apenas el mes pasado, México ocupa el lugar 57 de 140 economías. Sin embargo, en infraestructura estamos en el lugar 64, por debajo de otras economías de tamaño similar al nuestro.
Por otra parte, el Índice de Desempeño Logístico del Banco Mundial, que mide entre otras cosas la calidad de la infraestructura para la actividad económica, ubica a nuestro país en el lugar 50 de 160 naciones.
La infraestructura aumenta la competitividad y los países altamente competitivos son los que mejor han resistido la crisis económica mundial o se han recuperado más rápido de ella. También está demostrado que las inversiones en infraestructura son el instrumento más adecuado para detonar el desarrollo regional que nos permitiría en el futuro ser un país menos desigual.
Claramente, tenemos mucho camino que recorrer para elevar la cobertura y calidad de nuestra infraestructura. Por eso es tan importante que nuestros diputados se sensibilicen de las enormes oportunidades que se abren para México si impulsamos la inversión en este sector, por ejemplo, con las asociaciones público-privadas. Estoy seguro de que los recursos que se destinen a proyectos de infraestructura tendrán un impacto muy positivo para el futuro del país.
Abogado.
@jglezmorfin