Mediatización. Desde el siglo pasado se ligó el proceso de mediatización de la política a una cada vez más determinante imposición de una ‘lógica de medios’ en este campo. En 1999, Gianpietro Mazzzoleni y Winfried Schultz se preguntaban desde el subtítulo de su libro Mediatization of Politics si el fenómeno representaba un nuevo desafío para la democracia. Hoy quedan pocas dudas de que los medios pasaron de mediar entre actores públicos y sociedad, a mediatizar la política y erigirse ellos mismos en actores dentro de las pugnas por el poder.

Esta lógica mediática se puede apreciar ahora en el proceso de renovación del liderazgo del PRI, en el horizonte de la elección presidencial de 2018, y, en Estados Unidos, en el de selección de candidato presidencial del Partido Republicano para la elección de 2016. En los dos casos se reconoce la influencia arrolladora de los medios en la definición de las personas a destacar, en la jerarquización de los asuntos críticos y en la construcción de las opiniones dominantes.

Manlio y lo inevitable. El virtual nuevo presidente del PRI se vio, por ejemplo, favorecido por una abrumadora ‘lógica de medios’. Manlio Fabio Beltrones lo logró tras décadas de observancia de las reglas para obtener ese trato. Fue notable su manejo de los criterios de selección y encuadramiento (framing) de los temas políticos por la prensa. Lo aprendió con sangre tras los ataques que en este campo recibió del gobierno de Zedillo. Desde entonces afinó su estrategia para responder a los requerimientos de los medios, misma que probó sin éxito en la interna del PRI para la presidencial de 2012.

Pero Manlio pasó esta vez una prueba de alto grado de dificultad en la comunicación política: que los medios presentaran su toma del PRI como inevitable. Y en la misma ‘lógica de medios’ va la percepción de que su talante ganador a toda costa le dará a su partido una buena cosecha en las 12 elecciones estatales de 2016. Y por allí se encaminan también los espacios mediáticos sumados ya a la construcción de la inevitabilidad de su candidatura presidencial para 2018.

Es una ‘lógica de medios’ sobreexcitada con el personaje, con un framing que prevalece sobre sus votos de cercanía al presidente y su compromiso de ser árbitro y no jugador dentro de tres años. Inteligente, su discurso para erigir al PRI en motor de la consolidación de las reformas peñistas hace también inevitable invocar la experiencia de las reformas de la época de Salinas, cuyo sucesor (Zedillo) generó una lógica de medios que llevó a la pira aquel proceso reformista, a partir de su gestión de crisis ante el ‘error de diciembre’.

Hillary y Trump. Hillary Clinton asimiló las lecciones de su fracaso al tratar de hacer inevitable su candidatura presidencial por el Partido Demócrata hace ocho años, contra Obama. Y ahora sí, hasta ahora, va sola. Otra ‘lógica de medios’ presidió la elaboración de las feroces líneas informativas y editoriales de la derechista cadena Fox News, enmarcadas —o con framings— antiinmigrantes, antiObama-care, misóginos, homofóbicos, xenófobos, antiaborto y antiacuerdos con Irán y Cuba, con el nada oculto propósito de crear climas de opinión adversos al presidente Obama y su partido.

Específicamente, se buscaba anular las posibilidades demócratas en la elección presidencial del año próximo. Lo que no sabía Fox es quién medraría más de ese áspero framing y de su consiguiente clima de opinión en el universo conservador estadounidense. Y resultó ser Donald Trump, con su zafio, lépero discurso contra mexicanos, mujeres, gays y partidarios de acuerdos para reducir las tensiones mundiales. Sólo que esta ‘lógica de medios’ parece llevar a la derecha a una doble trampa: si Trump se mantiene arriba en las preferencias, el Partido Republicano se radicalizará hacia la ultraderecha e irá a la marginalidad electoral. Y si pierde la delantera, ya anunció que se irá como independiente, con lo cual dividirá el voto de la derecha. Así pasa.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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