Desde hace algunos meses nuestro país está atravesando un período al que se ha denominado de “mal humor social”, un estado de ánimo disminuido, molesto, especialmente crítico en distintos sectores, muy preocupante para el futuro. No se trata de una realidad aislada. Nos encontramos en un momento difícil a nivel global.

Las noticias económicas, políticas y sociales son negativas en una gran proporción. El sistema económico mundial no encuentra fórmulas para lograr el crecimiento sustentable tan necesario y urgente, las amenazas ambientales y terroristas dan como resultado un panorama de futuro poco alentador.

Nuestro país comparte esta situación: el paquete económico presentado por el gobierno para el próximo año se desarrolló en un entorno económico adverso, existe gran contingencia por el resultado de las elecciones en Estados Unidos y un malestar social generalizado. Muchas personas han canalizado su respuesta a esta situación a través de un espíritu crítico exacerbado, que si bien es entendible, tiene consecuencias de largo plazo negativas para la sociedad en su conjunto.

Ante estos acontecimientos existe un malestar social generalizado que se traduce en pesimismo, enojo y un gran espíritu crítico. La crítica se convierte en vehículo de desahogo y es compartida de manera exponencial a través de las redes sociales.

Cuando se comparte la crítica y esa es la que engancha a las personas, a mediano plazo se vuelve una manera de pensar y eso debilita la mente. Atenta contra la fortaleza mental. Cuando la mente de una persona se debilita se vuelve vulnerable, sufre con mayor intensidad los acontecimientos negativos y se la convierte en incapaz de resolver los problemas que la aquejan.

La psique debilitada afecta de manera directa las virtudes propias de la ciudadanía, distorsiona la idea de democracia al pasarla de participación activa en lo público a un ejercicio exacerbado de derechos individuales de opinión. Se cierra la apertura al otro para encerrase en sí misma, lo que pone en riesgo la vida en común.

Son características de las personalidades con debilidad de mente que:

1) Dependen de acontecimientos externos. No aportan al conjunto social.

2) Se autocompadecen. Decía John Gadner: “La autocompasión es el narcótico no farmacéutico más destructivo: es adictiva, da placer momentáneo y separa a la víctima de la realidad”.

3) Les da poder a los demás sobre su propia vida. Cuando se odia a alguien, se le da poder sobre los propios sueños, deseos, salud y felicidad.

Un país con una fortaleza mental disminuida tiene pocas posibilidades de salir adelante. La confianza en el futuro, en el desarrollo de la economía, la política y su destino se ven gravemente deteriorados. Al contrario, un país fuerte mentalmente es el que construye un gran futuro aún en las peores condiciones presentes.

El principal activo de un país son las personas que lo componen, en la medida que esas personas tengan una mayor fortaleza mental el activo se multiplica como ocurrió en el Estados Unidos de los padres fundadores, en la medida que la fortaleza mental de las personas que lo componen se vea disminuida, el país se queda sin futuro.

Rector general de la Universidad Panamericana-IPADE

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