De todo lo que puede decirse sobre el acontecer político de este año que termina, quisiera destacar dos sucesos: A) Las elecciones estatales de junio, que representaron la mayor debacle electoral para el PRI, pues de 12 gubernaturas en disputa se quedó con sólo cinco. Fue en cambio un vistoso triunfo para el PAN que quedó con siete gubernaturas, si bien eso ocurrió menos por méritos propios que por ser la única opción (o la más fuerte) para castigar al PRI. Pero lo más relevante de la elección es que el “voto de castigo” parece haber sido motivado fundamentalmente por la corrupción imperante en los estados. Dicho castigo fue propinado lo mismo contra el PRI que contra el PAN (que perdió dos de tres gubernaturas con las que llegó a la elección, regresando el PRI). Ningún partido gobernante se escapa de eso, si bien los priístas llaman más la atención por ser más los espacios que gobiernan (aunque ahora quedó sólo con quince estados, lo que nunca había ocurrido).
Al parecer los partidos tomaron nota de ello e intentan hacernos creer que ahora sí, después de décadas de prometernos combatir la corrupción, lo harán seriamente. Falta por verlo. Hace mucho que se ha castigado la corrupción pero de manera excepcional y aislada, y eso de nada ha servido (o no habrían todavía los Duarte, los Borge, los Padrés). Sólo un castigo sistemático a la corrupción se traduce, con el tiempo, en un descenso real y permanente en esa práctica (y no por el ejemplo de un gobernante honesto, como sostiene López Obrador). Desafortunadamente, parece que estamos ante un nuevo juego de espejos, una simulación más donde después de algunos artificios, los partidos volverán a las andadas. Y muy fácilmente podrían desvirtuar el naciente Sistema Nacional Anticorrupción a partir de la consabida cuotización partidista.
B) El otro gran suceso político fue sin duda el triunfo de Donald Trump. Empezando por la torpe e improvisada forma en que se le invitó a México. El propio Peña Nieto reconoció que falló la forma y los tiempos de la visita, aunque no el fondo de ella (y por eso regresa Luis Videgaray). En todo caso, el lunes pasado fue confirmado el triunfo de Trump en el Colegio Electoral, pues nuevamente sus miembros echaron por la borda la responsabilidad y voto de conciencia con que fue dotado ese órgano en Filadelfia (1787). Los defensores del Colegio Electoral dentro y fuera de Estados Unidos resaltan los equilibrios y el ingenio con que fue diseñado por los Fundadores para prevenir la llegada de alguien peligroso a la seguridad o el progreso del país. Pero muy pronto, los propios partidos echaron por la borda dicha obra de ingeniería política (partidizaron el Colegio Electoral). Por tanto su sistema electoral fue despojado de las ventajas de una democracia indirecta (que las hay), pero sin las propias de una democracia directa. Lo peor de ambos mundos.
Hamilton advertía que el Colegio Electoral debía servir como filtro para evitar que llegara a la presidencia alguien que pudieran implicar alguno de tres siguientes riesgos: 1) que confrontara a la nación contra sí misma; 2) que su triunfo se debiera (en alguna medida) a la injerencia de una potencia extranjera; 3) que no tuviera experiencia política ni gubernamental. Trump representa esos tres inconvenientes. Es este quizá el escenario más próximo a lo que pensaron los Fundadores como propio para que el Colegio Electoral actuara con conciencia y criterio, y no votara por un personaje como Trump. Pero el Colegio Electoral en realidad nunca ha funcionado de acuerdo con el proyecto de los Fundadores. Esos fueron traicionados casi de inmediato. Por su parte, en México se desató un debate sobre lo que más le conviene hacer frente a Trump; pero es la hora que no nos ponemos de acuerdo, y probablemente no lo haremos. Se impondrá el criterio del gobierno actual los próximos dos años (sea cual sea) y después quizá haya un giro (o no) con quien alcance la presidencia en 2018. Por lo pronto, habrá que poner atención en lo que los candidatos presidenciales nos propongan como mejor vía para enfrentar el huracán trumpiano.
Profesor del CIDE.
@ JACrespo1