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La Ciudad de México (CDMX) ya tiene su primera Constitución, y lo que más llama la atención es el número y detalle de los derechos humanos que especifica. Identifico 93 derechos plasmados en 10 artículos, del 5º al 14 (de la página 6 a la 23, Gaceta Oficial de la CDMX). Esta gran cantidad de derechos contrastan con 14 obligaciones establecidas en el artículo 23, páginas 48 y 49. No es tema de este artículo comentar sobre la pertinencia o no de cada uno de los derechos; sobre lo que sí escribo es sobre lo que significarán en términos de impuestos y deuda pública (impuestos futuros) para cubrirlos.
Para asegurar que estos 93 derechos puedan hacerse realidad requerirán de una infraestructura física que no se tiene; de una administración pública que está muy lejos de poder con los problemas de la ciudad, y de una actitud por mejorar los servicios públicos que hoy no la vemos.
Actualmente la CDMX es la entidad federativa con la mayor fortaleza fiscal. Lo es porque con el impuesto sobre la nómina grava con la tasa más elevada del país y tiene como contribuyente cautivo al gobierno federal, por el hecho de haber decidido que la Ciudad de México, antes Departamento del DF y luego DF sea la capital de la República Mexicana. También su fortaleza se deriva de que cobra muy bien el impuesto predial, con grandes injusticias en términos de la relación pago de este impuesto y servicios que se reciben. A diferencia de otras entidades federativas, pone muy poco en relación con el total del gasto educativo. Así mismo, la CDMX cuenta, a diferencia de las demás, con la garantía del gobierno federal para la deuda pública que contrata, con la desventaja de que es el Congreso de la Unión el que autoriza anualmente el nivel de endeudamiento y no la necesidad de inversiones que demanda la calidad de vida.
Si bien esta primera Constitución de CDMX sí establece con toda claridad y con todas sus letras que dentro de los deberes de las personas en la ciudad está “contribuir al gasto público conforme lo dispongan las leyes” (artículo 23), las contribuciones actuales no alcanzan para mejores servicios públicos. Dentro de la restricción presupuestaria de la CDMX se libra una competencia descarnada. Hoy la batalla la llevan perdida los recursos que requiere la infraestructura para la prestación adecuada de los servicios básicos de la ciudad, y van ganando cada vez más terreno promoviendo clientelas los apoyos a adultos mayores, personas con discapacidad, subsidios al transporte público, a la vivienda, familias de escasos recursos y mujeres, por citar unos cuantos.
La hacienda pública que vislumbra la nueva Constitución de la CDMX nace débil frente al desafío que se le ha impuesto. Por lo tanto, si hoy ya sentimos que pagamos muchos impuestos para la CDMX, aguardemos con paciencia y fortaleza los que nos esperan. Preocupa que hayan prevalecido los intereses de las clientelas sobre el interés supremo de una ciudad competitiva y atractiva por los servicios públicos que prestará.
Hoy en día la CDMX no destaca como la mejor ciudad del mundo, tampoco sobresale como la mejor ciudad capital; afortunadamente tampoco no es la peor; está en la mediocridad. The Economist evaluó para 2012 las 120 ciudades más importantes en términos de fortaleza económica, infraestructura física, capacidad financiera, efectividad de las instituciones, carácter social y cultural, capital humano, peligros ambientales y naturales, y atractivo global. En la calificación general Nueva York y Londres se disputaron el primero y segundo lugar respectivamente, la CDMX se ubicó en el lugar 71, Monterrey en el lugar 90 y Guadalajara el 102. De América Latina nos superaron Buenos Aires, Sao Paulo y Santiago. De haber presentado la CDMX un mejor desempeño en el crecimiento económico, infraestructura y efectividad institucional su calificación habría sido sustancialmente superior. En otras evaluaciones la CDMX sigue siendo superada por Buenos Aires y Sao Paulo.
En los momentos actuales que vive México frente a la llegada de un presidente proteccionista a los Estados Unidos, lo que más se necesita es que la ciudad del país con la mejor dotación de capital humano e infraestructura, sea también la que tenga la mayor fortaleza para crecer y desarrollar un sano mercado interno.
Economista.
@jchavezpresa