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Pese al enojo colectivo, es necesario comprender qué explica un incremento tan fuerte a los combustibles. Básicamente son cuatro las razones que lo explican. La primera es por el aumento en los precios del petróleo. La segunda por la dramática depreciación que ha registrado el peso mexicano frente al dólar estadounidense. La tercera por las insuficiencias acumuladas de Pemex. Y la cuarta y más difícil de explicar, la encontramos en la delicada situación de las finanzas públicas del gobierno federal. A continuación abundo sobre ellas.
La principal razón atrás del incremento del precio de las gasolinas está en la cotización del petróleo. Este aceite es la materia prima, la cual refina para obtener gasolinas, diésel, turbosinas, combustóleo y muchos otros derivados. De diciembre de 2015 a enero de 2017 el petróleo WTI pasó de 37.33 dólares por barril (dpb) a 53.91 dpb. Esto es un incremento de 44.4%. En ese mismo lapso, el precio de la Mezcla Mexicana de Exportación (MME) subió de 35.43 dpb a 46.49 dpb, un incremento de sólo 31.6%. Aquí empieza una diferencia que nos desfavorece, pues el diferencial entre el precio del WTI y el de la MME se amplió para darle competitividad al crudo mexicano dado que es más costosa la refinación de aceites pesados. Como resultado de esta alza en el precio del crudo, también en Estados Unidos el precio de las gasolinas ha aumentado. En diciembre de 2015 el galón promedió 2.02 dólares, y en lo que va de enero el promedio se sitúa en 2.38 dólares, mientras que en California está en más de 3 dólares por galón. En Estados Unidos el incremento de la cotización del petróleo no lo han podido trasladar en su totalidad al precio de las gasolinas dada la competencia feroz que hay entre refinerías y los altos inventarios que hay de petróleo y gasolina, más que en invierno disminuye la demanda de combustibles automotrices. De ahí que el incremento ha sido de tan sólo 16.6% en dólares.
La segunda razón que para todos ha sido evidente está en el tipo de cambio. El peso mexicano ha recibido una paliza en los mercados de divisas. En un año el peso se ha depreciado frente al dólar de los Estados Unidos casi 23%. Al no producir México el volumen suficiente de gasolinas y al haberse retrasado por más de 20 años la reforma energética, el país actualmente está importando más del 59% del consumo interno. En breve, somos importadores de gasolinas, las cuales hay que traer de fuera y por lo tanto hay que pagar el transporte, almacenamiento y todo lo relacionado con la logística. Por lo tanto, aun si el precio del petróleo se hubiera mantenido constante, sólo por cuestión cambiaria en pesos tendríamos que estar pagando más del 23% por consumir gasolina.
La tercera razón del aumento está en Pemex y en los daños que ocasionó el monopolio del Estado en la transformación, almacenamiento y distribución de los combustibles automotrices. Pemex produce menos gasolina que en el año 2000 y mucho menos que en el año 2012. En el 2000 producía 393 mbd de gasolina, en 2012 llegó a un volumen de 418 mbd y en el 2016 ha promediado 304 mbd. Esto es una vergüenza nacional. Sin embargo, a esto hay que agregar que la refinación de Pemex es muy ineficiente. En México aproximadamente el costo de refinación es mayor en 20% que el de Estados Unidos, tan sólo por un pésimo control energético de las plantas. En consecuencia, si se trasladara el costo de refinación de Pemex al precio de las gasolinas, ahí sí que nos afectarían en demasía.
La cuarta razón la tenemos en nuestras finanzas públicas. Nos guste o no, la hacienda pública mexicana se volvió adicta a la extracción de petróleo dadas las altas cotizaciones del aceite. En 2008 más de 45 centavos de cada peso que entraban al erario federal provenían de la venta de petróleo. De 2003 a 2013 México se dio el lujo de tener las gasolinas más baratas de América del Norte. Esto significó un subsidio enorme al consumo de gasolina, mientras que en Estados Unidos el precio de la gasolina estuvo por encima de los 4 dpg en julio de 2008. Para colmo de males ahora producimos menos petróleo. Otra realidad es que gastamos mucho más de lo que se recauda de impuestos. Si bien ahora cada peso de gasto se cubre con 75 centavos de impuestos, con el aumento en las tasas de interés ahora por el saldo de la deuda pública que empezó a acumularse fuertemente desde 2009 hay que pagar más costo financiero.
No obstante esta crítica situación, las autoridades tienen un grave problema encima: ¿cómo pasar de la indignación a la cordura colectiva? Es fundamental explicar con todo detalle lo que le está sucediendo al precio del petróleo, a Pemex, al tipo de cambio peso/dólar y a las finanzas públicas. Nuestros líderes políticos, independientemente del partido, si son líderes por supuesto, deberían tener la disposición a escuchar y a tener propuestas constructivas para regresar a la tranquilidad social. Pese a todas las adversidades, depende de nosotros hacer que 2017 sea un buen año.
Economista.
@jchavezpresa