¿Por qué concepto y quién recibe lo que pagamos cuando cargamos un litro de gasolina? Esta pregunta merece una contestación para que la serenidad regrese a la población.

Algunos antecedentes son útiles para comprender lo que está pasando. Con la reforma energética el suministro de combustibles automotrices derivados del petróleo deja de ser responsabilidad exclusiva del Estado. Dicho en otros términos, Pemex como organismo público descentralizado tenía esa exclusividad. Sin embargo, ahora Pemex y CFE son empresas productivas del Estado.

Como ahora las empresas privadas sí pueden entrar a la importación, almacenamiento, distribución, transporte y comercialización de combustibles automotrices, la estructura del precio final al consumidor debe tener un espacio para incentivar la inversión y cubrir costos de operación en estas áreas. Esto es lo que hace que el inicio de un proceso de apertura de un mercado monopolístico, y la transición de un solo jugador a muchos jugadores, sea complicado y tormentoso por varias razones.

La primera y más importante: hay que atraer más jugadores al mercado para incrementar la oferta desde terminales de recepción de gasolina importada hasta un mayor número de estaciones de servicio. La segunda razón: para lograr lo primero hay que determinar el precio de salida: ¿cuál es el precio que debe imperar para que el precio sea “justo” tanto para el consumidor como para todas aquellas nuevas empresas privadas que entren a invertir desde cero en la infraestructura requerida para las cinco áreas descritas anteriormente?

Para el caso mexicano, tenemos que empezar por reconocer que la infraestructura requerida a la largo de la cadena de abastecimiento es totalmente insuficiente en el país. La insuficiencia no se muestra sólo por las comparaciones internacionales en términos de número de gasolineras, ductos, infraestructura en puertos, bodegas de almacenamiento, etc. El sentido común nos alerta que tener nivel de inventarios de menos de una semana es escandalosamente bajo. De hecho es un milagro que por tantos años, con esos márgenes tan estrechos no hubiéramos tenido crisis para abastecer el tanque de combustible de nuestros vehículos. Por lo tanto, uno de los componentes clave y fundamentales del precio final de la gasolina es el que genera los incentivos para desarrollar un mercado de gasolinas con muchos jugadores. Para ello se necesita que al principio ese componente debe ser atractivo o cuando menos debe ser suficiente para cubrir los costos y generar un rendimiento razonable de las inversiones a realizar.

Es este componente, que comprende los costos de transporte, internación, flete y distribución, que antes no estaba plenamente reconocido en el precio final de la gasolina el que metió el ruido. Incluso lo más seguro es que en la metamorfosis de Pemex, de organismo descentralizado a empresa, no se tenía claridad de los costos de toda la logística, pues había un solo precio para todo el territorio nacional.

Los otros componentes del precio de la gasolina para el caso de México son: el precio de referencia internacional de la gasolina, los impuestos y el margen comercial para las estaciones de servicio, mejor conocidas como gasolineras, antes gasolinerías.

En cuanto el precio de referencia internacional de la gasolina (sin impuestos, salido de la refinería), éste fluctuará de acuerdo a las variaciones en el precio del petróleo y el tipo de cambio. En otras palabras, si el precio del petróleo aumenta, así lo hará también el de la gasolina. De igual forma, si el peso mexicano se deprecia también afectará el precio de la gasolina. Aquí cabe mencionar que estamos importando casi el 60% del volumen de ventas de las gasolinas. De ahí que es urgente que el país aumente la producción y moderemos el consumo.

El otro componente que es de tamaño considerable dentro del precio final de la gasolina es el que se refiere a los impuestos. Aquí entran el Impuesto Especial a la Producción y Servicios (IEPS), tanto el federal como el estatal, más el IVA. Cabe señalar que el IEPS es de cuota fija; se paga de acuerdo a un monto establecido en pesos y centavos por litro para todo el año. El IVA es un porcentaje conocido del 16%. Desde el 1º de enero de 2017, los IEPS representan aproximadamente para la Magna el 27% del precio total. De IEPS federal son 4.30 pesos por litro (ppl) para la

Premium; 3.64 ppl para la Magna y 4.73 ppl por diésel. Para el IEPS estatal son 38 centavos por litro (cpl) para Magna; 46.37 cpl para Premium y 31.54 cpl para Premium. De lo que se recauda por IEPS federal, el 21% lo reciben los gobiernos estatales y la CDMX por participaciones en los ingresos federales. Esto significa que de la suma del IEPS federal y estatal las entidades federativas se llevan por litro: 1.28 pesos por Magna y 1.23 pesos por Premium (cálculos aproximados sin tomar en cuenta el estímulo fiscal).

Dicho lo anterior, durante este periodo de malestar social los gobiernos estatales y de la CDMX han navegado como polizontes dejándole todo el costo político al gobierno federal. Si los gobernadores y el jefe de gobierno se oponen a la nueva fórmula, lo congruente es que pongan su dinero donde ponen su boca. Los gobiernos de las entidades federativas, como receptores de ingresos por la venta de gasolina, son en su caso la instancia gubernamental mejor ubicada para otorgar subsidios dirigidos a la población que de verdad lo necesitan.


Economista.

@jachavezpresa

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses