A lo largo de todo el territorio nacional estamos percibiendo un deterioro en la calidad de los servicios públicos. En contraste, cada año se les destina más de nuestros impuestos. El deterioro lo ha medido el Inegi con la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental.
Los servicios públicos que se llevan el grueso de la recaudación de nuestros impuestos no mejora. De 2013 a 2015, en la mayoría de los estados han empeorado la educación básica, la salud a población que tiene Seguro Popular, seguridad pública, y agua potable.
¿A quién le reclamamos el retroceso? ¿Es responsable el presidente de la República, el jefe de Gobierno, los gobernadores o son los presidentes municipales? ¿A quién le exigimos que mejore la prestación de estos servicios públicos?
Entre muchas otras, éstas son las preguntas fundamentales que el llamado “federalismo” pretende contestar. En términos llanos federalismo significa cómo organizar y coordinar la división del trabajo entre los tres órdenes de gobierno (el federal, estatal y municipal) para atender mejor al ciudadano, que vive en el territorio nacional. De ahí la importancia del seminario El Federalismo Constitucional Mexicano, organizado en el marco del centenario de EL UNIVERSAL.
La transformación acelerada del Estado mexicano —iniciada en septiembre de 1997 con la pérdida de la mayoría simple en la Cámara de Diputados por parte del partido en el gobierno— y las alternancias presidenciales en 2000 y luego en 2012, han contribuido a un cambio profundo en los incentivos del modelo federal.
¿Por qué antes había gobernadores preocupados por el crecimiento económico y la reducción de la pobreza en el territorio que les correspondía gobernar? ¿Por qué antes sí había gobernadores que pedían la descentralización de la educación y los servicios de salud a población abierta para ser cides campeadores y mejorar estos servicios con una mejor administración de los recursos? ¿Por qué ahora los vemos ocupados compitiendo por ver quién es el que ofrece más regalos y apoyos asistencialistas? ¿Quién da más dinero a adultos mayores, independientemente de si ya están jubilados o pensionados por una de las instituciones del Estado? ¿Quién ofrece más en uniformes y útiles escolares, lentes, zapatos? La lista ha crecido exponencialmente, ahí no tiene límite la imaginación del jefe de Gobierno, gobernadores y presidentes municipales. En 2012, el Coneval registró 3 mil 788 acciones y programas sociales, mil 397 “programas” más que en 2010. Hay más programas sociales entre los tres órdenes de gobierno, y la pobreza se ataca de risa.
De ahí que el llamado federalismo hacendario, el cual se ocupa de analizar la organización y coordinación de los órdenes de gobierno en materia de recaudación de impuestos y la distribución de competencias con los recursos correspondientes, sea uno de los aspectos críticos del federalismo para entender los incentivos que tienen el Presidente, gobernadores/jefe de Gobierno de la CDMX y presidentes municipales, para atender adecuadamente a la población.
No hay ciudadanos federales, ciudadanos estatales y ciudadanos municipales. Sólo somos ciudadanos que, a cambio de nuestros impuestos, esperamos sentir que nuestra integridad física y patrimonial goza de seguridad; que nuestros hijos en las escuelas públicas reciben una educación que pemita un desarrollo personal con el cual podrán ganarse la vida y contribuir al desarrollo nacional; y así sucesivamente con otros servicios como salud. Sin embargo, necesitamos que los gobiernos municipales, estatales y federal estén bien organizados y coordinados; cada uno requiere de facultades para recaudar los impuestos que les permitan cubrir la cantidad y el costo de los servicios
públicos que la población demanda.
Hoy en día los incentivos no están alineados para que eso suceda. El gobierno federal tiene la exclusividad para recaudar los impuestos de las bases gravables más importantes como lo son la del consumo y la del ingreso. Esto implica que casi todo el peso de la recaudación de impuestos recaiga en el presidente de la República y el Congreso de la Unión, esto es diputados y senadores. Y como cada uno aspira a ser gobernador, para luego aspirar a ser presidente, tienen aversión a aprobar nuevos impuestos o incrementar los existentes. Eso sí, son muy proclives a bajar impuestos, a incrementar el endeudamiento y a distribuir el gasto público en más programas que se aprueban en el presupuesto de egresos de la federación que transfieren recursos a los gobiernos de CDMX, estatales y municipales. Así el modelo federal de México simplemente estará condenado al fracaso.
Economista.
@jchavezpresa