La salida de Reino Unido de la Unión Europea ya tuvo las primeras reacciones de la política fiscal y la política monetaria en México. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público anunció un segundo recorte al gasto público para 2016, y reafirmó su compromiso con un superávit primario para el ejercicio fiscal de 2017. Banco de México comunicó un segundo aumento a la tasa de interés de referencia para ubicarla en 4.25%.

Esta reacción responde a lo que nuestras autoridades monetaria y fiscal están sintiendo, de lo que están viendo en el horizonte y de lo que están esperando en la economía global. Seguramente también es respuesta a las presiones inflacionarias que están percibiendo por la pérdida de valor de nuestra moneda frente al dólar. Por lo tanto, las autoridades están buscando que el peso mexicano deje de depreciarse y se estabilice, antes de provocar alzas generalizadas y sostenidas en los precios de los bienes y servicios.

No obstante las perturbaciones de la economía global y la volatilidad del peso, sin duda alguna la política fiscal ya requería ajustarse. El compromiso con generar un superávit primario es quizás una de las medidas más importantes que se han tomado desde mediados de 2009, lo cual merece explicarse.

Recordemos que el gobierno del ex presidente Calderón tomó la decisión de expandir fuertemente el gasto público como respuesta a la caída de las exportaciones mexicanas, las cuales se desplomaron por la crisis de la quiebra del sistema financiero de Estados Unidos. Tomó la decisión de aumentar el gasto público, financiándolo primero con un incremento en el endeudamiento público, y una vez recuperado el precio del petróleo, continuar con el endeudamiento y reforzar la expansión del gasto con la recuperación del nivel de los ingresos petroleros.

En ese momento, México se sumó a los esfuerzos de otras economías para compensar la destrucción de demanda agregada de la economía global, provocada por la crisis financiera que tuvo su origen en la desordenada expansión de crédito privado, principalmente hipotecas que provocaron una burbuja inmobiliaria. Esa crisis financiera de escala mundial destruyó riqueza y deterioró fuertemente el bienestar de las clases medias y los grupos de bajos ingresos en Estados Unidos y toda Europa, primordialmente. Hasta China, compradora de los instrumentos de deuda y principal acreedora del gobierno de Estados Unidos, se sintió con la autoridad moral para regañar la irresponsabilidad financiera de nuestros vecinos.

En otras palabras, para acompañar el esfuerzo coordinado de política fiscal global, en la administración del ex presidente Calderón se expandió el gasto público como no se había visto desde el gobierno del ex presidente López Portillo. Esa expansión de gasto público se financió con los ingresos derivados de los altos precios del petróleo, y por si eso no bastara, la reforzó con más endeudamiento público. Esto provocó que desde 2007 el gasto público, descontando el costo financiero de la deuda pública, no pudiera financiarse con los ingresos provenientes de los impuestos, derechos, productos y aprovechamientos. En consecuencia, la política fiscal incurrió en lo que se conoce como déficit primario.

Este déficit primario se fue expandiendo, y fue hasta el año pasado, con la caída vertiginosa del precio del petróleo, cuando al gobierno del presidente Peña Nieto no le quedó alternativa más que detener el déficit primario. Dicha caída de los ingresos petroleros neutralizó los efectos de la reforma fiscal recaudadora de 2013, con la que se buscaba cubrir el fuerte incremento del gasto público rico en transferencias, para programas con baja rentabilidad social. Por ello, ahora llama fuertemente la atención que se esté comprometiendo para el ejercicio fiscal de 2017 un paquete económico con el objetivo de obtener un superávit fiscal.

Este superávit primario para 2017 significa de que el gobierno federal se compromete a no endeudarse para cubrir un solo peso del costo financiero de la deuda pública.

Si el destino ya nos había alcanzado, ahora la salida de Reino Unido de la Unión Europea nos lo está recordando. Mientras más desequilibrios tenga una economía como la mexicana, las perturbaciones provenientes del exterior más volatilidad ocasionan. Ahora habrá que trabajar en la recomposición del gasto público; es tiempo de reorientarlo. Es la hora de que nuestros impuestos se destinen con mayor énfasis para asegurar que el Estado de derecho sea una realidad y que como ciudadanos disfrutemos de seguridad, buena educación y salud.

Economista.

@jchavezpres

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