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A seis meses de la cuestionable victoria electoral que instaló a Donald Trump en la Casa Blanca, su administración parece ir a la deriva. Trump mismo se muestra confundido; actúa como si justo ahora empezara a darse cuenta de las dificultades que entraña la presidencia.
Cada vez es más evidente que las tribulaciones de Trump son consecuencia de una nebulosa relación con Vladimir Putin. El líder ruso pudo haber saboteado la campaña de Hillary Clinton para que triunfara el magnate neoyorquino. Durante la Guerra Fría los rusos eran reconocidos como maestros de la “desinformación”. Y, a juzgar por el caos que diplomáticos y hackers rusos están causando en la política de EU, lo siguen siendo…
(Los familiares y asesores del equipo de Trump implicados en tratos con Rusia son demasiados para ser mera casualidad: Donald Trump hijo; Jared Kushner, su yerno y principal asesor; el general Michael Flynn, ex jefe de Seguridad Nacional y amigo de Trump; Paul Manafort, ex jefe de la campaña presidencial…).
En la Casa Blanca todo es confusión. La semana pasada, en entrevista exclusiva para The New York Times, Trump explotó contra su amigo Jeff Sessions: lo acusó de haber aceptado el puesto de procurador general con mala fe, sabiendo que tenía un serio conflicto de intereses que le impediría presidir la investigación del escándalo de los hackers rusos: una de las “prioridades” de Trump.
Ahora sabemos que la siniestra “mano de Putin” alcanzó también a Sessions. Durante la campaña Sessions sostuvo cuatro reuniones clandestinas con Sergey Kislyak, el omnipresente embajador ruso, operador estrella de Putin que está a punto de hundir la “democracia” de EU…
Personeros de Trump negociaron en el congreso la semana pasada para que las comparecencias legislativas de su hijo y su yerno no fuesen públicas, como exigía el citatorio. Ambos son sospechosos de haber sostenido reuniones ilegales con el embajador Kislyak y otros operadores rusos durante la campaña.
(El riesgo legal en que están su hijo y su yerno por esas reuniones llevó a Trump a pedir a los abogados internos de la Casa Blanca un reporte sobre los alcances del perdón presidencial, para otorgarlo a familiares, asesores, e inclusive al presidente mismo).
A instancia de sus hijos Trump recibió la semana pasada a Anthony Scaramucci, un engreído asesor e inversionista millonario de Wall Street, que en el acto fue designado director de Comunicaciones con plenos poderes para restructurar la deteriorada imagen presidencial.
Scaramucci no apoyó la candidatura de Trump, es amigo de Hillary Clinton y escribió artículos en contra de construir el muro con México. Este economista y doctor en Derecho por Harvard escribió: “los muros no funcionan ni funcionarán jamás”. Hoy, como alto funcionario de la administración, dio marcha atrás; declaró que no hay fuerza humana que obligue a Trump a cancelar el proyecto.