El Buró Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) ya no es lo que fue en tiempos de su fundador, el dictador de pacotilla John Edgar Hoover, que dirigió la institución con mano de hierro hasta su muerte. Retaba presidentes, y se había eternizado en el poder. Mantenía expedientes secretos de todo mundo (incluyendo los amoríos que sostuvieron al alimón los hermanos John y Robert Kennedy con Marilyn Monroe, y los no menos explosivos affairs del reverendo Martin Luther King jr.).

Tras la fulminante destitución de James Comey como director del FBI, la semana pasada, trascendió que después de su investidura, Trump sostuvo una larga cena con Comey en la Trump Tower. Era obvio que algo muy serio atormentaba al magnate-presidente; algo que según The New York Times obligó a Trump a preguntarle a Comey a bocajarro si estaba dispuesto a servirlo “con lealtad”. Comey, sorprendido, salió del atolladero asegurándole que siempre lo serviría “honestamente”. Hoy está despedido y amenazando con revelar información…

Para Trump las cosas van de mal en peor. El Congreso le ha ordenado a Comey entregar todas las pruebas de su relación con el Presidente. Algunos en el Congreso han comenzado a comparar la confusa situación actual con el escándalo de Watergate, que le costó al republicano Richard Nixon la Presidencia.

(Yo mismo hice esa comparación hace un par de meses en este mismo espacio con un texto titulado ¿Otro “Watergate”?, esta semana, para mi sorpresa, el poderoso senador republicano John McCain declaró que la situación política en Washington ha llegado a tener “la gravedad de Watergate”. Se refería obviamente a la inusitada petición de Trump a James Comey de “dejar pasar” la investigación del FBI contra su amigo, el general Mike Flynn, despedido por mentirle al vicepresidente Pence sobre su relación con Rusia).

A Trump no lo deja dormir la intervención de Rusia en la pasada elección presidencial; especialmente después de que el Congreso ordenó una investigación sobre el posible contubernio entre miembros del equipo de Trump con funcionarios y hackers rusos.

Hasta que surgió la delicada información del Washington Post el lunes pasado en relación con Rusia, la supuesta “amistad” del presidente Trump con Vladimir Putin no había pasado de comentarios aislados en los que ambos líderes mostraban “admiración” por el otro. (Ahora, lo que son las cosas, Putin se ha ofrecido a “ayudar a Trump en lo posible”).

Cada día es más evidente que Donald Trump recibió ayuda de Rusia para derrotar a Hillary Clinton. La misión desestabilizadora de los hackers rusos reveló los turbios manejos de la Fundación Clinton. Hillary reconoció que eso le costó la Presidencia.

Por su forma locuaz de gobernar, muchos en los más altos niveles de gobierno han comenzado a sugerir que el Presidente debería ser evaluado profesionalmente para comprobar si está en condiciones de continuar gobernando…

Analista político

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