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Donald Trump no tiene la menor intención de sentarse a gobernar. Lo suyo es instigar, dividir… litigar. Es un incansable “agente provocador” que está cambiando el rostro político de EU. (En un hecho inusitado que está causando furor en Washington, acaba de pedirle al Congreso que investigue si el ex presidente Obama intervino sus teléfonos en la Torre Trump durante la campaña presidencial).
El magnate, que pelea hasta con su sombra, ha sostenido un largo conflicto con la ex Miss Universo Alicia Machado, que apoyó a Hillary durante la campaña y considera a Trump “una rata nazi… capaz de iniciar un nuevo Holocausto”. Trump podría acabar litigando con México, si decide terminar arbitrariamente el TLCAN y continúa separando familias y violando los derechos humanos de nuestros migrantes.
(Una nota de El País la semana pasada reveló que Ed Koch, el mítico alcalde de Nueva York que negoció con Trump las licencias para construir la Torre Trump, consideraba al ahora presidente de EU “el hombre más desagradable, avaricioso y arrogante” de cuantos había conocido).
Trump le está solicitando al Congreso una partida que llamó “histórica”, de 54 mil millones de dólares “adicionales” para el renglón de la defensa: “necesitamos empezar a ganar guerras”. Es obvio que en cualquier momento podría involucrarnos en un conflicto nuclear con el niño coreano o con Irán.
México continúa “negociando” con Trump, aunque las últimas declaraciones, anunciando posibles tarifas arancelarias contra EU, indican que hemos perdido la batalla. Siempre fue una causa perdida…
Trump sigue obsesionado con el muro, porque es la propuesta que lo llevó a la Presidencia. Pero está involucrado al mismo tiempo en otra importante batalla de la ultraderecha: la consolidación del “golpe de Estado” que ejecutó en noviembre pasado, como resultado de unas elecciones que pudieron haber salido de las páginas del 007, salpicadas con hackers rusos, petroleros texanos y hasta el joven yerno de Trump, todos coordinados por un embajador que obedece a Putin, y todos trabajando contra Hillary.
En medio de la guerra contra el “radicalismo islámico”, Trump se ha ganado la lealtad de los generales, involucrándolos en decisiones de gobierno y ofreciéndoles modernizar el armamento. Prometió poner a Estados Unidos “a la cabeza de la carrera nuclear”. Su combativo lema de campaña fue: “paz a través de la fuerza”.
Antes de abandonar la presidencia Dwight Eisenhower, el general que ganó la Segunda Guerra Mundial, advirtió en un mensaje histórico los peligros para la democracia de caer en la trampa del “complejo militar industrial”, que percibía como un contubernio entre los altos mandos del ejército y los fabricantes de armamento pesado. Tump ha caído en esa trampa.
Cada día surgen más indicios de una posible participación de Rusia en la derrota de Hillary Clinton. Eso sería un escándalo mayor que Watergate…
Analista político