En un mensaje de investidura inusual, para agradecer los votos de sus electores, los que previamente habían sido calificados por Hillary Clinton como “deplorables”, Trump les hizo una promesa con aureola de bienaventuranza. Quiso dejar claro que los pobres y desempleados, los que han vivido de cupones alimentarios, son quienes han heredado con su victoria el poder político. Y es evidente que Trump mismo, si mantiene ese poder, habrá transformado de raíz la política de Estados Unidos. Su objetivo era detener el entramado de corrupción en Washington.
Trump parece cada vez más seguro de sí mismo y más creíble como defensor del pueblo, por eso se animó a señalar culpables: “por mucho tiempo un pequeño grupo en Washington ha venido cosechando los beneficios de gobernar mientras la gente paga las consecuencias”. (A unos pasos del nuevo presidente escuchaban su mensaje con caras largas Bill y Hillary Clinton, acusados en algún momento de haber aceptado millones de países y potentados árabes disfrazados de “donaciones” a la “Fundación Clinton”).
Para redondear su acusación Trump añadió con voz pausada, midiendo cada palabra, una imagen desoladora: “Washington florecía, pero la gente no compartía la riqueza. Los políticos prosperaban, los empleos huían y las fábricas cerraban. El establishment se protegía, pero olvidaba a los ciudadanos”.
Trump tenía en mente los pueblos fantasma de Ohio y Michigan, corazón de la industria automotriz, cuyos empleos se fueron entre otros países a México. Sus historias habían quedado plasmadas hace algunos años por Michael Moore en un documental sobre General Motors.
“Los políticos celebraban en Washington —continuó el Presidente— pero miles de familias desamparadas no tenían qué comer”. Al concluir el mensaje Trump habló más pausado y endureció la voz: “esta situación se termina aquí y ahora. Éste es su día y su momento; les pertenece. Y éstos, los EU, son su patria”. Los deplorables y la ultraderecha festejaron en grande esa noche con una verbena popular que llamaron “deplora-baile” (Deplora-Ball).
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Analista político