A Donald Trump no lo queremos ni en pintura. Como es un oportunista que carece de ideología, construyó su candidatura a base de insultar a los mexicanos; fuimos un blanco fácil y atractivo. Convenció a sus electores de que la justicia divina (representada por este millonario de pelo amarillo) pondría en su lugar a quienes —según él— los estamos despojando de empleos “que ni los negros” (Fox dixit).

El “muro” fue el campanazo que puso la candidatura de Trump en el mapa. Llamó la atención de aquellos que están en la “canasta de deplorables” que según Hillary siguen al candidato republicano porque comparten su racismo y otras fobias.

A medida que maduraba sus ideas, los insultos de Trump subieron de tono: nos llamó “violadores y vendedores de drogas”. Los malvados que estamos envenenando a la juventud estadounidense, y “violando” a las inocentes güeritas que año con año regresan a beber margaritas a las playas de Puerto Vallarta.

A medida que fue retirando las capas que cubren el sistema electoral de Estados Unidos, Trump denunció el proceso: “está amañado”. Así calificó a esta pieza de relojería que hubiese dejado boquiabiertos a los antiguos griegos, y tal vez al mismo Lincoln, que definió la democracia sencillamente como “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. Algo que se ha convertido en letra muerta en todas partes.

(En su descargo es necesario recordar que ni los antiguos griegos ni Abraham Lincoln conocieron a los Clinton de Arkansas, que a pesar del humillante desafuero de Bill en 1999, cuando un fiscal vengativo lo obligó a describir intimidades de su relación con Mónica Lewinsky y las constantes infidelidades de Bill, podrían ser “premiados” con una segunda presidencia en noviembre próximo. Votantes y candidatos han perdido la vergüenza…)

Los candidatos están dedicados a lanzar ataques personales y debatir temas triviales. Hay corrupción por todas partes: The New York Times reveló que alegando pérdidas fiscales por 960 millones de dólares, Trump dejó de pagar impuestos ¡hace 20 años!

Mientras tanto, los Clinton continúan recibiendo “donaciones” de potentados árabes para su “Fundación” (Clinton Global Initiative), supuestamente dedicada a “causas nobles”, pero que de pasada los ha hecho inmensamente ricos. Sus activos personales ascienden a 100 millones de dólares.

En violación de la ley de seguridad nacional Hillary, siempre bajo la protección de Obama, instaló un servidor en su casa, y comunicaba asuntos de Estado por conducto de las 13 BlackBerrys que utiliza indistintamente. Tras un interrogatorio de 11 horas, el FBI levantó un acta por “negligencia”, sin más cargos. La ex secretaria de Estado prometió “buscar” los 30 mil correos supuestamente “desaparecidos”, siempre y cuando reciba inmunidad procesal para ella y “todos sus asesores”. Ese tipo de “tratos”, declaró un congresista furioso la semana pasada, ofenden al sistema legal, le faltan el respeto al FBI y revelan corrupción…

Analista político

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