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En el segundo debate presidencial, una vez que los invitados ocuparon sus asientos, ingresó a la sala un grupo de cuatro mujeres que no pertenecían a la política ni a la academia. Parecían inseguras y caminaban juntas para darse valor. Eran algunas de “las mujeres de Bill Clinton”, aquellas que lo han acusado de alguna forma de acoso sexual. (El grupo no incluía a las más famosas: Gennifer Flowers y Mónica Lewinsky).
Una de las mujeres presentes, Juanita Broaddrick, había denunciado a Bill por violación, y otra, Paula Jones, llegó a un “arreglo” por 850 mil dólares.
Las mujeres de Bill se sentaron en primera fila en lugares escogidos por Donald Trump. Con eso pretendía vengarse de Hillary por la sospechosa filtración de una conversación privada, ocurrida hace 10 años, que está destruyendo sus aspiraciones presidenciales.
En el audio ilegal, por el que los Clinton deben haber pagado una fortuna, Trump se ostenta como conquistador. Explica a un amigo en un lenguaje vulgar cómo seduce a sus víctimas y qué “tocamientos” utiliza. Dijo que pocas se le resisten por ser una “personalidad de la televisión”.
La filtración de la cinta ilegal, que en México, con una ley electoral más sofisticada, anularía la elección, fue un golpe maestro de los Clinton. Evitó que una Hillary cansada y delicada de salud, tuviese que presentar y discutir propuestas sofisticadas sobre migración, ISIS, seguridad nacional y economía. También hizo que Trump, un hombre visceral, perdiera dos semanas de su campaña defendiéndose de acusaciones.
Inmediatamente después de la filtración ilegal “surgieron” como por encanto una docena de supuestas “víctimas” de Trump. Todas prestaron declaraciones casi idénticas sobre hechos ocurridos hace 10 o 20 años. Trump volvió a insistir que la elección está amañada, y que existe un “complot” en su contra entre The New York Times, el FBI, Hillary Clinton y la Secretaría de Estado. Está armando una demanda que pudiese anular la elección. Por otra parte, los estrategas de Hillary han convertido su campaña en un movimiento nacional en defensa de la mujer. ¡Salma Hayek y Michelle Obama están haciendo discursos apoyando a Hillary! (Eso explica la vertiginosa caída de Trump 20 puntos en las últimas encuestas).
Por si el video ilegal fuera poco, WikiLeaks reveló la semana pasada que Chelsea Clinton, ahora encargada de la Fundación familiar, había solicitado un dictamen legal sobre las actividades de la Fundación Clinton. La firma concluyó que algunas de sus prácticas pudiesen ser calificadas de fraudulentas. Les preocupó especialmente que el consejo de vigilancia de la fundación estuviese formado por incondicionales de Bill y Hillary…
Eso explica por qué Bill, que ha comenzado a balbucear incoherencias, declaró preocupado la semana pasada (al pretender justificar las millonarias “donaciones” que recibe la Fundación Clinton de países y potentados árabes) que la institución estaba próxima a desaparecer.
Analista político