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El martes pasado EL UNIVERSAL incluyó una nota sobre la propuesta —“Propuesta”— del doctor Juan Ramón de la Fuente, ex rector de la UNAM, para atacar el “fenómeno Trump”. El reconocido académico impartió una conferencia magistral en la que propuso responder a los insultos de Trump con una “ofensiva intelectual y académica”, que sería coordinada por la UNAM y en la que participarían todas las universidades del país.
La Propuesta del ex rector sería un alto en el camino para recordarnos quiénes somos y a dónde vamos. Pero también es necesario emprender acciones legales concretas para impedir que Trump viole derechos de nuestros connacionales, nos imponga las condiciones ofensivas de “su muro divisorio” o termine unilateralmente convenios como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).
No es necesario decir que la Propuesta le daría al doctor De la Fuente una sólida plataforma para buscar la Presidencia en 2018. (Muchos lo hemos considerado desde hace varios años un candidato ideal).
Pero si la Propuesta pretendiera detener ahora el “fenómeno Trump” ya estamos un poco tarde. Como artífice del “desmoronamiento” de Hillary este moderno troglodita ya tiene prácticamente un pie en la Casa Blanca.
Con inteligencia y excelentes asesores, Trump desenmascaró a los Clinton, que tampoco son ninguna perita en almíbar. Los puso a temblar revelando la avaricia escondida tras su “fundación humanitaria” (Clinton Global Initiative).
(Valga decir que después de los ataques de Trump, Hillary decidió por vez primera no asistir a la tradicional cena de gala que ofrece la Fundación Clinton a los jefes de Estado que asisten a la asamblea anual de Naciones Unidas.)
Hillary se ha vuelto un poderoso factótum de potentados y jefes de Estado de Medio Oriente en el gobierno de Washington. Me refiero a los donantes que aportan millones a la Fundación Clinton y después visitan Washington para cobrar favores de la ex secretaria. Pay to play, “pagar para jugar” se le llama a esta viciada práctica en Estados Unidos. Trump sugiere que en tiempos de Hillary nadie sabía dónde terminaba la Secretaría de Estado y comenzaba la Fundación Clinton.
Parece que cuando el FBI descubrió que Hillary utilizaba sus omnipresentes teléfonos celulares (BlackBerrys) para textear desde ahí, o recibir, correos altamente confidenciales, a alguien se le ocurrió destruir con un martillo las 13 BlackBerrys que usaba la Secretaria de Estado.
Huma Abedin, la inseparable asesora de Hillary, disfruta un sueldo mayor que Obama. Da consultoría externa, tramita pasaportes diplomáticos para los donantes de la Fundación y facilita citas con funcionarios dentro y fuera de Estados Unidos. Este tráfico de influencias podría perseguir a Hillary aún después de haber alcanzado la Casa Blanca: sólo basta recordar a Nixon, que al explotar el escándalo de Watergate renunció para evitar el desafuero…
Analista político