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En el caso de Donald Trump (a quien llamo desde hoy Hombre de Neanderthal) estábamos equivocados. Perdíamos el tiempo en comentarios encendidos sobre la desagradable personalidad del magnate, en lugar de buscar argumentos para proteger a nuestros migrantes, con Trump cada día más cerca de la Casa Blanca. Sabemos que una eventual victoria electoral de este troglodita sería catastrófica para México.
Trump tiene mucho dinero, buenos asesores y domina el timing. Entre burlas y veras ha tratado a Ted Cruz como un niño mimado (“Ted el mentiroso”, lo sermoneaba en su cara durante los debates). Después, cuando Cruz le pisaba los talones en las encuestas, lo acusó de algo delicado: filtrar a los medios fotos provocativas de la señora Trump a la manera de Playboy: “¿nuestra próxima primera dama”?, preguntaba el mensaje bajo la seductora mujer ligera de ropa. Trump es un hombre de moral elástica que pudo haber sido el autor mismo de la filtración (las fotos fueron tomadas en su avión hace 15 años, cuando iniciaba su noviazgo con la modelo eslovena Melania Knauss).
La acusación contra Cruz cumplía un propósito: distraer a los electores mientras el magnate atropellaba a los demás candidatos en un camino cada vez más despejado hacia la Casa Blanca. Hizo “del odio y el racismo algo aceptable”, denunció el periodista Jorge Ramos en El País la semana pasada. No es un secreto que Trump, que se rehúsa a denunciar al Ku Klux Klan, está construyendo su campaña sobre la profunda división existente en la sociedad estadounidense.
Por eso la inesperada remoción de Miguel Basáñez fue providencial. Ocurrió mientras el embajador se dejaba ver en Washington presumiendo méritos académicos, que en su currículo parecen reducidos a experto (con inglés, por supuesto) en “encuestas y opinión pública”. El sonriente embajador, siempre luciendo un cuidado bigote de coronel inglés, jamás sospechó que nuestra joven canciller fuese una mujer de armas tomar…
La canciller siempre sostuvo que Trump era “un peligro para México”. Y hoy, un poco con el apoyo de su tío Carlos (Salinas), sabemos que algo se mueve en Relaciones Exteriores. Hemos comenzado a sacar las uñas…
Un comentarista americano se asombraba la semana pasada del increíble caso de Donald Trump: cada vez más cerca de la Casa Blanca, sin experiencia política, sin programa de gobierno y sin conocimientos de política exterior.
La cosa es que no necesita nada de eso. Su único programa de gobierno somos los mexicanos: para comenzar, el muro divisorio y la deportación inmediata de 11 millones de indocumentados, a quienes califica de “narcotraficantes, violadores y ladrones”.
Trump discurrió recientemente otra maldad para doblegarnos: bloquear las “remesas”, que son las transferencias multimillonarias de nuestros migrantes a sus familias (y ahora sin petróleo quizá sean nuestra más importante fuente de divisas). El doctor Carstens explicó en EL UNIVERSAL que sería imposible…
Analista político