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En el vuelo de regreso Francisco se reunió con periodistas que lo acompañaban. Comentaron (¿cómo evitarlo?) la tragedia de las familias separadas por la situación migratoria. Hablaron del muro, que sigue siendo el tema central de la campaña de Trump, y su único proyecto de gobierno. Pero el tema sigue dando para más. (El viernes pasado Felipe Calderón calificó el muro como una idea “estúpida”. ¡Cuidado!, en una guerra con Trump el ex presidente saldría perdiendo: tiene mucha cola que le pisen…)
La “disputa”, que los medios se han ocupado en sacar de toda proporción, surgió cuando Francisco comentó, sin mencionar a Trump, que alguien que construye muros en vez de puentes no es un buen cristiano. Trump se puso el saco y salió a defender “su muro y sus creencias religiosas”. No iba a dejar pasar la oportunidad. Se dijo “cristiano y ofendido”, y que le parecía “vergonzoso” que el Papa cuestionara su “religiosidad”.
Para cuando el avión de Francisco aterrizó en Roma ya los medios se frotaban las manos y se referían con grandes titulares a la “disputa” Francisco vs. Trump. Pero, como no hay loco que coma lumbre, Trump reculó. Y el vocero del Vaticano manifestó también su acuerdo para que hubiera una “reconciliación”.
Francisco no necesitaba defensores. Sólo basta recordar las disputas que sostuvo con los Kirchner, cuando él era provincial de los jesuitas argentinos y arzobispo de Buenos Aires.
The New York Daily News, que tampoco quiere a Trump, sacó el viernes pasado una portada que mostraba la cara colorada del magnate entre llamas, con la piel en forma de escamas. Parecía satanás, o por lo menos una bestia mitológica, y lucía una leyenda que lo calificaba de ¡Anticristo!
Debemos reconocer que Francisco tampoco es una perita en dulce. Lo vimos en el encuentro con los obispos mexicanos. Y en Palacio Nacional con los políticos. A los políticos les negó la bendición. Y con los obispos comenzó por imponer “suavemente” su autoridad jerárquica: “¿podría el sucesor de Pedro, llamado del lejano sur latinoamericano, privarse de poder posar la propia mirada sobre la Virgen Morenita?”. No fue necesario recordarles que la Morenita, como la han llamado los últimos papas, es “Patrona de América”.
Con su autoridad a salvo criticó la cultura de privilegios, “que tarde o temprano conduce a la corrupción, el narcotráfico y la violencia”. Añadió también un duro párrafo improvisado: “esto no está en el texto, pero me sale ahora (parecía retarlos). Si tienen que pelearse, peléense, sí tienen que decirse cosas, se las dicen. ¡Pero, cómo hombres, en la cara! Y como hombres de Dios que luego van a rezar juntos... y si se pasaron de la raya, se piden perdón”. Les pidió mantener la unidad episcopal…
La noche del lunes, en la Nunciatura Apostólica, un Francisco satisfecho entre los suyos, recibió a un grupo de jesuitas que fueron a obsequiarle una reliquia del beato Miguel Agustín Pro, mártir de la Guerra Cristera…
Analista político