Los medios nunca habían visto a Hillary Clinton tan enojada como el día que contaron los votos en Iowa. Cuando se anunció que el resultado mostraba un “empate técnico” con Bernard (Bernie) Sanders, el senador socialista por Vermont, Hillary explotó y subió al estrado visiblemente contrariada. Se resistía a aceptar que Bernie, antiguo profesor universitario de pelo blanco, empatara con la ex secretaria de Estado de Barack Obama. (También le pareció, aunque por supuesto no lo dijo, una falta de respeto a su carácter de ex primera dama de EU).

Es obvio que los estrategas de Hillary no tomaron en cuenta la fuerza del electorado universitario, ni el hartazgo de los jóvenes con la clase política. Hoy miles de estudiantes y activistas inspirados por Bernie Sanders han iniciado una revolución que pretende despojar a Hillary de una candidatura que, antes de las primarias, todos consideraban “amarrada”.

Identifican a Hillary con la quintaesencia del establishment (especialmente después de que se hizo público que en Wall Street le pagan a Hillary 100 mil dólares por conferencia).

Bernie y sus miles de jóvenes activistas están manteniendo vivo el sueño de la izquierda académica: alcanzar la Casa Blanca. Un sueño que se quedó a medio camino con el senador y poeta Eugene McCarthy, y casi fructificó con Howard Dean (el explosivo gobernador de Vermont, que perdió la nominación por desplantes explosivos como el de Hillary).

En Iowa, la semana pasada, una vez que Hillary llegó al estrado, pronunció una apasionada arenga política, más propia de una victoria electoral que de un empate técnico. Habló como vencedora por abrumadora mayoría. (Después, frente a los jerarcas del partido, habría de rechazar categóricamente el “empate técnico” hasta que se le “reconociera” la victoria, aunque fuese por décimas de punto).

Sanders no se queda atrás: es también un político experimentado que tiene lo suyo. Después de los desfiguros de Hillary entendemos por qué, antes de Iowa, el senador buscó a Obama en la Casa Blanca con carácter “urgente”. Fue a pedirle que garantizara “piso parejo” para ambos candidatos. Obama no tuvo más remedio que acceder…

Horas después de su entrevista Bernie logró el milagro de “empatar” con Hillary: un ícono de la política americana. Entre los seguidores de Hillary en el estrado estaban su esposo, el ex presidente Bill Clinton, y su hija Chelsea, que se ha convertido en aprendiz y fiel compañera de la campaña. Ambos se quedaron sorprendidos por el tono de la protesta de Hillary. Bernie a su vez mostró su fuerza ganando en Nueva Hampshire por más de 20 puntos porcentuales.

En su discurso de victoria Sanders habló de conceptos que son casi malas palabras en Estados Unidos: “un gobierno de intelectuales, estudiantes y obreros”. Dijo también que resulta inaceptable que un puñado de bancos y grandes corporaciones controlen el proceso electoral en EU…

Analista político

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