Hace ocho años publiqué en La Jornada un artículo sobre la creciente influencia del Islam en Europa (¿Una Europa islámica?, 13/VII/07). Hoy, los dramáticos acontecimientos de París siguen apuntando en esa dirección.

Alex Vicente, periodista de temas culturales, recomendó en El País superar la barbarie, e intentar regresar a la normalidad, como ya lo están haciendo miles de lectores franceses con el libro biográfico de Ernest Hemingway de los años veinte­: París era una fiesta… (Se vendieron 20 mil ejemplares la semana pasada…).

En ese libro Hemingway comparó las lluvias que matan la primavera con la muerte de una persona joven que deja de existir “sin razón”. Eso es lo que sucedió en París hace dos semanas, cuando los jóvenes abarrotaban los cafés, y más de 130 disfrutaban un concierto de su música favorita. Dejaron de existir “sin razón”. Cuando escribí mi artículo en 2007 la población musulmana de Europa había llegado a 20 millones, con una tasa de crecimiento que superaba la del continente. Esperaban duplicar esa cifra en 2020.

El racismo y el genuino temor a una Europa islámica explicaban la creciente ola de políticos nacionalistas e intransigentes como Jean-Marie Le Pen en Francia, Jörg Haider en Austria y Pim Fortuyn en Holanda.

Me atreví a decir entonces que los temores nacionalistas palidecían frente a una amenaza más grave, que atentaba contra la integridad y seguridad de la Unión Europea: “la posibilidad de que los países miembros perdieran su identidad y vieran languidecer sus culturas en lo que pudiera ser el teatro de operaciones de la tercera guerra mundial: el “choque de civilizaciones” anunciado por Samuel P. Huntington”.

Después del atentado de París el papa Francisco declaró que la violencia indiscriminada de hoy podría significar que ya estamos inmersos en esa guerra. Es la segunda vez que hace declaraciones así de graves sobre el tema…

En mi artículo mencioné también el asesinato de Theo Van Gogh, un racista tan arrogante como Donald Trump, a manos de un joven de ascendencia marroquí, que protestaba por la película Sumisión, dirigida por Van Gogh con guión de Ayaan Hirsi Alí, la bella diputada holandesa de origen somalí. Ayaan está hoy refugiada en Estados Unidos para alejarse de la fatwa que pesa sobre su cabeza. Una sentencia similar a la de Salman Rushdie, hoy convertido en caballero del imperio británico, por encima de las violentas protestas de los musulmanes ingleses.

Cuando escribí mi artículo el gobierno australiano se mostraba más intolerante. El país que hasta hace poco recibía inmigrantes de todas las naciones, amenazaba con deportar a unos clérigos musulmanes que pretendían imponer la ley sharia por encima de la legislación nacional.

“Australia es un país laico”, declaró el ministro de Finanzas en presencia del primer ministro, “quienes pretendan instaurar un Estado teocrático regido por la ley islámica deben abandonar el país”.

Analista político.

http://jorgecamil.com

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