Cuando el Presidente advirtió los peligros del populismo en su Tercer Informe de Gobierno muchos comentaristas nos apresuramos a identificar a AMLO como el destinatario del mensaje presidencial. Pero tratándose del tabasqueño no debemos olvidar que hay un riesgo mayor que el populismo: su desprecio total por el Estado de derecho. Y su forma de litigar en los medios.

AMLO no juega con las reglas que utilizan los demás. Con la mayor tranquilidad utiliza en forma selectiva reglas y preceptos legales de aquí y de allá hasta encontrar el universo jurídico que más le conviene. Y si eso no funciona cambia de postura de la noche a la mañana cuantas veces sea necesario.

Tiene finalmente en sus manos el juguete preciado que había deseado tanto tiempo: ¡su propio partido político! Una organización casi familiar que podrá manejar a su antojo sin rendirle cuentas a nadie.

La imaginación de AMLO es del tamaño de su ambición. Cuando las cosas no funcionan no tiene impedimento alguno para intentar “recursos procesales” desconocidos o inexistentes. Como la ridícula “excitativa de justicia” con la que amenazó a los magistrados en la elección presidencial anterior. “Piénsenlo bien”, les decía en los medios a los magistrados entre burlista y amenazante, haciéndolos responsables del fracaso de la democracia mexicana. Menuda responsabilidad…

Cuando comenté en EL UNIVERSAL algunos de los recursos intentados en la elección presidencial anterior lo describí como un showman que intentaba convencernos, “con la vehemencia de algunos televangelistas”, que “mientras dormíamos, alguien le robó la Presidencia”. Con unos cuántos papeles arrugados en la mano (que por supuesto jamás mostró) anunciaba en los medios a voz en cuello en su lenguaje telegráfico: “aquí están… más pruebas; aquí están las pruebas del fraude…” En ese momento muchos dejaron de seguirlo. Los desilusionó verlo convertido en uno de esos vendedores ambulantes que ofrecen productos de baja calidad. En una frase casi poética El País lo describió “afectado por un victimismo conspiratorio”.

Semanas antes de la elección presidencial advirtió que se preparaba “un enorme fraude en su contra”. Así comienza siempre. Y muy a su estilo firmó el pacto de civilidad “porque iba a ganar”, “no porque iba a cumplir”

Durante la campaña presidencial Peña Nieto se dedicó a ganar la presidencia, y López Obrador, desde un principio, a cuestionar los resultados. EPN firmaba compromisos notariales, mientras AMLO, también ante su obsecuente notario, acumulaba descalificaciones y protocolizaba el montaje de ciudadanos “arrepentidos” que devolvían tarjetas de crédito, llaveros y aves de corral. Todo eso fue parte de las 25 toneladas de “pruebas” con las que abrumó al final de su campaña al tribunal electoral.

Cómo calificar esas “pruebas”, ¿fueron parte del populismo que lo caracteriza o evidencia de cómo abusa del Estado de derecho?

Analista político.

http://jorgecamil.com

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