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La crisis en Estados Unidos y la desilusión con Obama ha hecho que personas descalificadas como Donald Trump incursionen en política. Al magnate se le había identificado siempre con negocios multimillonarios de bienes raíces, y los vaivenes financieros asociados con la compraventa de edificios famosos: la Torre Trump en el centro de Manhattan y el hotel Plaza en Central Park.
Cansado de negocios inmobiliarios se animó a producir un programa de televisión que resultó exitoso. En él contrataba y despedía “en vivo” a jóvenes con maestrías de Harvard y Yale que aspiraban a trabajar con él. Los humillaba con preguntas técnicas y luego despedía a los rechazados sin ningún miramiento. Con su cara colorada e iracunda, y su boca un hoyo siempre dispuesto a lanzar vituperios, daba la impresión de que disfrutaba despedir a los rechazados. Les gritaba en plena cara: “you’re fired!”. “Estás despedido”…
Su peinado estrafalario y sus romances con “reinas” de belleza le han dado fama de “celebridad” (es dueño de la franquicia que organiza con éxito el concurso de Miss Universo).
No tiene capacidad para competir en la carrera presidencial. Por eso escogió el tema de los indocumentados. “México no nos envía lo mejor —declaró—. Recibimos a sus traficantes de drogas, criminales y violadores”. Eso le dio vida a su campaña. Se inclina por deportar a los 11 millones de “ilegales”.
El lunes pasado en una rueda de prensa a la que había sido invitado, Jorge Ramos, de Univisión, le hizo una pregunta incómoda: ¿cuál sería el procedimiento para expulsar a ese mundo de gente? Trump, furioso, le envió a dos enormes guaruras que lo echaron del salón porque estaba “fuera de orden…” De ganar la Presidencia (algo que se antoja inalcanzable) pondría en riesgo la relación con México.
Sus ayudantes dicen que nunca prepara sus discursos. Aseguran que sube al podio en forma improvisada. La semana pasada El País lo tildó de “bufón”.
Hace tiempo alguien explicó en tv el elaborado “proceso” de su peinado. Comienza el día recibiendo en casa a maquillistas y peinadores. Él es totalmente calvo. Así que se “presta” el poco pelo de aquí y allá hasta quedar como queso de Oaxaca (con perdón de la CNTE). Alguien le diseñó la semana pasada una amplia gorra de beisbol de color “rojo encendido” que parece una “corona” destinada a proteger la obra maestra de maquillistas y peluqueros.
Dave Letterman, el famoso comediante que pasó más de veinte años entrevistando a personajes de cine y televisión (incluyendo al mismo Trump), iniciaba con frecuencia su monólogo comentando el peinado del día: “¿un zorrillo que le brincó a la cabeza y quedó atrapado?” “¿Un gato muerto?”.
Con sus críticas a México Trump invitó al monstruo del racismo. En el área de Boston dos hermanos, fanáticos suyos, golpearon salvajemente a un indigente mexicano que dormía en la calle y terminó en el hospital. Le orinaron la cara. ¿Recuerdos del Tercer Reich?
Analista político.
http://jorgecamil.com