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El pasado 28 de noviembre, Margarita Zavala se encontraba firmando libros de su autoría en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Se acercó con ejemplar en mano de Mi Historia, un joven que además aprovecharía para mostrar su reclamo de haber perdido a su padre.
En cuanto tuvo en sus manos el libro firmado, mostró un cartel con el siguiente mensaje: "Su esposo le arrebató la vida a mi padre. ¿Usted quiere arrebatármela a mi?".
Ella respondió con diálogo franco, empático y sincero, y tras estrechar su mano cuatro veces, selló con un sentido abrazo su compromiso de avocarse a investigar el paradero de su padre, y tomó sus datos para ponerse en contacto con él.
Muy lejos esta reacción y respuesta de Margarita Zavala al "cállate eres un provocador" de Andrés Manuel López Obrador que ha circulado por todas las redes, hace unos días en Nueva York frente a uno de mis paisanos, padre de uno de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala. No supo ni pudo responder a su cuestionamiento férreo sobre qué había hecho frente a Ángel Aguirre y José Luis Abarca, cuando se cometió el abominable suceso en septiembre del 2014.
Zavala, no obstante el desplante del joven, no vio en él a un provocador, no lo encaró ni lo calificó, ni minimizó su dolor y su causa; asumió su dolor, lo validó, compartió su pesar y ofreció un compromiso de responsabilidad.
López Obrador, en cambio, se apresuró a su defensa propia, acusándolo de provocador, desestabilizador y enemigo. Esta calificación, descalificó las emociones de este padre, de este mexicano, y con naturalidad se eximió de la responsabilidad que como integrante del partido que hizo presidente municipal de Iguala a José Luis Abarca, instruyéndole a reclamar al ejército y a Peña Nieto.
Qué lejos está su respuesta de la tolerancia, y qué cerca de la incapacidad de asumir las causas de los demás como propias, de abrazar al dolor ajeno.
Sin duda, la delincuencia organizada ha marcado la vida de este joven que opta por culpar a las políticas que implementó en su sexenio Felipe Calderón, de haber arrebatado la vida de su padre, como también ha marcado la de los padres, las familias, de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Ambos tienen derecho a increpar, y no pueden ni deben minimizarse.
Sin embargo, entre los terceros increpados también hay diferencias. Mientras que por un lado la situación se refiere a la decisión del Presidente Calderón de combatir a la delincuencia, por el otro, quienes fueron compañeros de partido y que fueron apoyados por López Obrador en sus candidaturas a gobernador de Guerrero y Presidente Municipal de Iguala, han sido públicamente señalados de promover esa misma delincuencia organizada.
De tal manera, no sólo estamos ante mismos motivos de reclamo y muy distintas respuestas frente a los reclamantes, sino también ante posiciones muy distintas y contrastantes, combatir el mal versus apoyar a quienes fueron aliados de la delincuencia, por la que optó López Obrador.
Dos modos muy diferentes y opuestos de responder a los reclamos, uno que con naturalidad elige la tolerancia, y otro, que con esa misma naturalidad, prefiere la intolerancia; uno que abraza y asume compromisos, y otro que descalifica y huye de la responsabilidad. Dos modos de aspirar a conducir el país, el diálogo franco y sincero que representa Margarita Zavala, y el encuentro a gritos esquizofrénicos de López Obrador. Uno de ellos por elegir.