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¿Qué sigue después de las elecciones del pasado 4 de junio? Sin duda, avanzar en la construcción de una salida democrática a la crisis de fin de régimen que está en la base del acelerado proceso de descomposición en todas las áreas de la vida nacional.
Prácticamente todas las fuerzas políticas y personajes relevantes del país, han empezado a mostrar sus cartas: sus intereses, aspiraciones y propuestas.
En el PRI, después de haber perdido Nayarit y experimentar un estrepitoso desplome en Veracruz, y lograr dudosos triunfos alejados de legitimidad democrática, han surgido dos grandes tendencias: una, la del continuismo que se plantea repetir la fórmula del “divide y vencerás” a sus oponentes; receta política aplicada en el Edomex, pero ahora a nivel nacional.
Y la otra, que plantea el agotamiento del régimen presidencialista y defiende los gobiernos de coalición. Pero ambas posiciones desde el escenario del establishment, sin reconocer que desde allí no habrá cambio alguno, porque existe un amplísimo rechazo a todo lo que huela a PRI y/o a Peña Nieto.
El PAN se debate en su soberbia, autoproclamando como triunfos exclusivos los de las coaliciones, y casi todos sus aspirantes, especialmente su presidente nacional, Anaya, y su enemiga a muerte, Margarita Zavala —apoyada por Calderón—, todos ellos se autoproclaman candidatos ideales y casi próximos presidentes. Anuncian como salida legitimadora a la crisis, “la segunda vuelta” para las elecciones presidenciales. Nada de cambio de régimen, nada de coaliciones, nada de programa de gobierno. Además, se autoengañan porque ni hay tiempo ni condiciones para reformar la Constitución.
AMLO, dueño exclusivo de Morena, ya hizo de su palabra la ley, y dijo que ellos irán solos, que nada con el PRD ya que no renunciamos a Juan Zepeda para que el Peje ganara en el Edomex en la persona de su candidata Delfina. Insultos, descalificaciones, estiércol político, como respuesta a los múltiples llamados de dirigentes del PRD para privilegiar “la unidad de las izquierdas”. Capítulo cerrado; libro terminado.
Y en el PRD, en los últimos días, la vida misma ha resuelto. La contradicción entre los que han pugnado por ir con AMLO en el 2018 y quienes hemos propuesto la formación de un frente amplio democrático y progresista, con todos los que quieran ir a una alianza que gane las elecciones presidenciales y legislativas para integrar un gobierno de coalición comprometido con un programa básico de cambio de régimen político, combate a la corrupción, a la impunidad y a la delincuencia organizada, así como impulso a la economía, generación de empleo, aumento a los ingresos de los trabajadores, y políticas públicas para aminorar la desigualdad social y la pobreza.
La candidatura de este frente se definiría por métodos democráticos en un segundo momento. La decisión del Congreso de Morena resuelve esa disyuntiva perredista porque dudo que haya quienes sostengan, como primera opción, que mejor vayamos solos como PRD.
Hoy, el PRD ha confirmado que sigue siendo una fuerza indispensable y necesaria para decidir el futuro inmediato del país. Quienes nos estaban cantando Las golondrinas se quedaron con las ganas: el PRD será parte de la solución democrática a la crisis nacional.
La salida no puede ser el continuismo priísta, por lo que sería muy bien visto por el amplio sector de la sociedad que quiere cambios, que quienes hoy siendo priístas reconocen que este régimen político ya no tiene futuro, manifiesten abiertamente su decisión de sumar fuerzas con este propósito.
Tampoco el sectarismo fundado en un mesianismo trasnochado puede ser la solución. Solo lo será un gobierno resultado no de una inviable “segunda vuelta electoral”, sino de una coalición democrática, con o sin reforma constitucional.
Vicecoordinador de los diputados federales del PRD